Julián Cabrera
Frente pandillar
Decía la presidenta del PP madrileño Esperanza Aguirre desde su atalaya opositora del Ayuntamiento de Madrid que «Podemos ha dejado de estar de moda». La apreciación de Aguirre no aporta grandes elementos novedosos porque efectivamente el «globo» de la formación liderada por pablo Iglesias lleva desinflándose desde bastante antes del revés sufrido en los comicios autonómicos de Cataluña y porque a pesar de haber aupado a Manuela Carmena a la alcaldía de la capital para cortar a cualquier precio la continuidad de un gobierno municipal del PP, Carmona y su reducido grupo socialista llevan tiempo silbando y mirando para arriba a la hora de apoyar en según qué votaciones al actual gobierno municipal franquiciado –ya no tanto– por Podemos.
Pero el problema del espacio político situado a la izquierda del PSOE no pasa solo porque «coleta morada» no consiga cautivar a las masas como hace unos meses cuando se situaba como primera formación en voto directo según todas las encuestas y como primera fuerza de la izquierda por primera vez en cuatro décadas de democracia.
Los primeros cien días de los gobiernos municipales de Madrid, Barcelona, La Coruña o Cádiz entre otras importantes ciudades no han conseguido aplicar esa máxima del «gobierno cien días para poder reinar cien años». Demasiada ideología visceral, poco programa y ausencia prácticamente total de sinergias con la estrategia global de la marca Podemos. Por otro lado, la operación inicial de ocupar, no solo el espacio político de Izquierda Unida que en gran parte se ha conseguido, sino de erradicar del mapa y por absorción y hacerse hasta con los candados de cada sede de la coalición comunista ha quedado frustrada con daños colaterales. A IU se le puede fagocitar en Madrid, pero lugares como Andalucía donde se compartía con el PSOE la red clientelar han ofrecido una más que demostrada resistencia. El resultado a día de hoy es la voladura desde dentro de la coalición que un día lideró con no poco éxito Julio Anguita a cargo de los «Garzones y Tanias» en pos de una dudosa rentabilidad para el partido de Iglesias.
Otra variante tiene que ver con la incursión estratégica de Podemos hacia espacios más templados de socialdemocracia para rematar la faena frente a un renqueante partido socialista. A estas alturas tampoco esta operación ha llegado a puerto; el PSOE no se hunde y frena el golpe en Cataluña –como antes en los comicios andaluces– ofreciendo la resistencia de un líder sin pasado para bien o para mal. Quedan lejos los tiempos en los que hasta votantes cabreados del PP ponían su voto crítico al servicio de Podemos.
Está por ver si las formaciones a la izquierda del PSOE –toda vez que Iglesias no ha conseguido la gran coalición perseguida tras las municipales– logran incluso superar el listón del mejor PCE de Carrillo o la mejor IU de Anguita con 20 y 21 escaños respectivamente, porque ese espacio tiene límites con independencia de quién consiga acapararlo y no olvidemos que el único «frente popular» conocido en nuestra historia también contaba con el PSOE, cosa que aquí no parece.
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