Ely del Valle
Fuera de contexto
Susana Díaz ya es presidenta de Andalucía, para alegría de las diputadas de su partido que la han recibido con pegatinas en las que se podía leer: «Todas somos presidentas». En fin, tengo espíritu corporativo y soy la primera en alegrarme cuando una mujer consigue logros importantes, pero de ahí a considerar un logro para la causa feminista que esta mujer en concreto sea presidenta de Andalucía, va un trecho. Díaz llega a la Presidencia fuera de calendario, siguiendo los pasos de su predecesor, que tampoco pudo conocer a qué sabe una victoria electoral. Lo hace como cum laude en política profesional, mérito sólo al alcance de quienes jamás han tenido un trabajo fuera del partido, y con ganas de acabar con la corrupción, deseo muy loable si no fuera porque esa corrupción, en su tierra, es hija de treinta años de gobiernos de su propio partido, entre los que destaca el último del que ella formaba parte. Resumiendo: de rebote, sin saber lo que es buscarse los garbanzos fuera del ala protectora del PSOE y designada a dedo por un partido que ha hecho de las primarias su bandera. Ninguna de estas «cualidades» son para ir presumiendo de ellas ni la convierten en icono de quienes consideramos que el trinomio mérito -preparación- capacidad es el que, también a las mujeres, nos permite llegar hasta donde queremos. Díaz no tiene por qué avergonzarse, porque la política tiene estas cosas y cada cual llega como buenamente puede, pero tampoco es para que sus compañeras le hagan la ola por el único hecho de ser mujer. Que haga, que actúe, que cumpla, que gobierne, que arregle lo que haya que arreglar. Si lo hace bien, el aplauso será de todos. Y seguro que a ella le sabe mejor que este otro, carente de toda sustancia.
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