Julián García Candau

Fútbol contra trincheras

La Selección conoce el futuro que le aguarda. Ya no hay en el mundo entrenador que no haya estudiado su juego. Ya no hay seleccionador que no se plantee el modo de intentar anular su gran virtud. En los últimos años hemos visto repetidamente cómo ha habido que ganar los partidos. «La Roja» se ha tenido que enfrentar a muros de hasta diez jugadores.

No hay partido en que llegar al gol no cueste un imperio. Sobre todo, en casa. Sucedió contra Bielorrusia, por citar ejemplo cercano, y ocurrirá contra Georgia. Se da la circunstancia de que cuesta menos ganar fuera que en casa. El hecho de que los adversarios ante su parroquia se sientan en la obligación de ganar favorece la creación de espacios libres y, consecuentemente, disminuyen las trincheras.

El panorama mundialista se vislumbra con claridad. Sin embargo, en la fase final todos desearán ganar y en ello habrá menos obstrucciones. La calidad del adversario y la imperiosa necesidad de triunfar facilitarán algo la cuestión. No obstante, hay que hacerse a la idea de que será menos estresante derrotar a Brasil, pongamos por caso, que en el presente a equipos de medio pelo. El partido ante los bielorrusos es la prueba.

Dada la natural tendencia de aconsejar a los seleccionadores, por muchos triunfos que estos acumulen como es el caso de Del Bosque, creo que existe una corriente favorable a la alineación de extremos para con ellos contrarrestar la parsimonia del toque. La rapidez es necesaria para imponer el juego habitual. El gol de Negredo a Bielorrusia es ejemplo palmario.

Posdata. María de Villota se ha ganado lugar destacado en la orla de las pioneras.