Julián Redondo

Ganar, ganar y ganar

Ganar, ganar y ganar
Ganar, ganar y ganarlarazon

Falleció el emprendedor por antonomasia y dejó tras de sí un imperio multicolor, con cimientos profundos, pilares sólidos y magníficamente construido. «Si dejas de pedalear, te caes», avisó José Manuel Lara. Impulsaba la cultura y la empresa, apostaba y renovaba. Dividía el mundo entre amigos y macetas y le dolía tanto el Espanyol que al ser preguntado por quién podría liderar el cambio de este club con serios problemas en tesorería, no dudó: «El Espíritu Santo». Se fue sólo un día antes de cumplirse el primer aniversario de la muerte de Luis Aragonés, que en herencia legó un estilo de juego, una Eurocopa, base de todo el esplendor que estaba por venir y que Del Bosque administró con perspicacia y sabiduría, un millón de anécdotas, una manera de ser, un corazón rojiblanco que hubiese latido de alegría con el regreso de Torres, unos zapatones y esta frase para enmarcar: «Ganar, ganar y volver a ganar».

Los perdedores son carne de cañón si carecen de arrestos para levantarse y al primer revés abandonan y vuelven al nido. Tantas veces le han pitado los oídos a Karim Benzema que si en lugar de tapárselos para seguir por la senda que su fútbol dibujaba se hubiese derrumbado al escuchar tanta carraca, hoy sería un apátrida balompédico, un trotamundos o un buscavidas con menos poso que Anelka. El don de Benzema es la sublimación del fútbol aplicada a la cultura del esfuerzo. También le sucede a Isco, un genio que al bajar a defender y desdoblarse admite fantásticas comparaciones con Iniesta, por ejemplo. Trata al balón como a un amigo, no como a una maceta, y se sirve de él para progresar. Cada día cuesta menos imaginarle entre los futbolistas españoles con más duende de la historia.