César Vidal

Globalismo y americanismo (II)

La Razón
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La semana pasada, expuse que la mayor diferencia entre Donald Trump y Hillary Clinton se encontraba en el terreno de la política internacional, donde el primero optaba por una perspectiva americanista y la segunda, por una globalista. Ambos creen en la hegemonía norteamericana, pero abordada desde ángulos muy diferentes. La visión globalista de Hillary Clinton, en el ámbito económico, implica no sólo que se mantendrán los tratados de libre comercio con México y Canadá, sino que resulta imperativo firmar el TTIP con Europa, uno de los grandes proyectos de Obama. El TTIP crearía el mayor espacio de libre comercio de la historia y podría significar la imposibilidad de que China mantuviera un proyecto económico rival al de EE UU. En áreas político-militares, y a diferencia de Trump, Hillary Clinton, presumiblemente, fortalecerá la NATO y mantendrá la estrategia de cerco a Rusia que ha caracterizado a la Administración Obama. Obviamente, se puede objetar que esa política no ha funcionado e incluso que Ucrania está a la cabeza de las naciones que han donado sumas millonarias a la Fundación Clinton. Sin embargo, es difícil que Hillary la altere. No es previsible tampoco un retroceso en el acuerdo con Irán siquiera porque la política de equilibrio y contención es la única realista tras la trituración del fiel de la balanza, que era Irak. Obviamente, Hillary mantendrá una política de respaldo cerrado a Israel. Es verdad que Obama y Netanyahu no han sintonizado, pero no es menos cierto que ningún presidente de Estados Unidos ha entregado tanto dinero público a Israel como el actual. De hecho, Obama ha contado en su equipo más cercano con gente provista de pasaporte israelí y estadounidense. Puede que Washington no intervenga en Irán siquiera porque ni Irak, ni Afganistán, ni Libia ni Siria se han zanjado con éxitos, pero con Hillary Clinton no se replegará de Oriente Medio. Respecto a Hispanoamérica, no habrá bombardeos ni desembarcos porque el continente americano no es Asia ni África, pero seguirá erosionando el chavismo venezolano hasta su desplome e impulsará una política de inversiones económicas en Cuba que acabe con el castrismo nada más morir Fidel. Naturalmente, se puede discutir si semejante visión realmente beneficiará a los ciudadanos de a pie de Estados Unidos o a poderosos «lobbies», pero lo que no se puede discutir es su carácter marcadamente globalista, totalmente contrapuesto al americanismo de Trump.