Pactos electorales
Gobierno por la propaganda
Lo que está pasando en Cataluña es el resultado de 35 años de gobierno de ideólogos en la Generalitat. Dicen los politólogos que hay 2 tipos de gobernantes: los realistas, cuya acción de gobierno emana de un profundo conocimiento de la múltiple realidad de las cosas; y los idealistas, que guían su gestión por una única idea elaborada en despachos y tertulias de ideólogos, casi siempre extraña a la realidad de los gobernados. Desde la llegada al poder de Jordi Pujol en 1980, el gobierno de la Generalitat ha seguido un patrón de gobierno ideológico conforme a la doctrina nacionalista y ajeno al sentir de la mayoría de catalanes, que lo han tolerado y a veces celebrado gracias a una gigantesca operación de propaganda a largo plazo dirigida desde la Generalitat.
El objetivo de Jordi Pujol, confesado en 1979, era «un metódico trabajo de reconstrucción» de Cataluña para ajustarla a su catecismo nacionalista. Para ello era preciso que los catalanes aceptaran esa ideología y tragaran el «fer país» nacionalista; por eso Pujol incluyó siempre en su equipo de confianza a expertos en comunicación y directivos de agencias de publicidad como Jordi Vilajoana o Joaquín Lorente. Ellos conocían los mecanismos de la formación de juicios y decisiones, y ajustaron la propaganda para que los catalanes sustituyeran involuntariamente la cuestión sobre la gestión del Govern por una pregunta identitaria: «¿Amas a Cataluña?».
Siguiendo esta estrategia, los sucesivos gobiernos nacionalistas han dedicado enormes cantidades de dinero a crear marcos mentales que situaran las cuestiones políticas en el terreno de juego diseñado por el nacionalismo. Se estima que más de 20.000 millones de euros de los catalanes se han empleado en divulgar estas referencias a través de centenares de medios subvencionados, que a su vez han creado una red de periodistas acostumbrados a vivir de la ideología nacionalista a costa de todos los catalanes. La importancia de este clero mediático es tal que uno de ellos, Carles Puigdemont, duerme ahora en el Palau de la Generalitat. Desgraciadamente apenas ha habido contestación desde el Gobierno con una estrategia de medios decidida y a largo plazo.
La lluvia propagandística regada desde el poder y convertida en aguacero desde la crisis de 2008 ha conseguido partir la convivencia catalana y crear en España una tensión inaudita que nos perjudica a todos. Sin embargo, esto ha servido para que millones de catalanes descubran el truco nacionalista y se enfrenten a la manipulación mediática de la Generalitat. La antaño modélica TV3 ha perdido un 43% de audiencia desde 2001, convertida en un vulgar altavoz separatista. Medios digitales de nueva generación como «Dolça Catalunya» ya influyen en redes sociales más que «La Vanguardia». Surgen con fuerza webs comarcales como Revista Catalunya Central, y los periodistas libres se asocian en el Grup Pi i Margall. ¿Será suficiente para que retrocedan los ideólogos en el poder y vuelva el seny a Cataluña? El tiempo –y el apoyo de toda España– dirán, pero mientras tanto la inmensa mayoría de catalanes nos preguntamos, ¿Dónde está el Estado?
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