Luis Alejandre
Golfo de Alejandreta
En un conocido programa de Radio Nacional de España justificaba yo el asentamiento de una batería de misiles PATRIOT de nuestro Ejército en suelo turco, apelando a su situación geográfica. Faltaban pocos días para que Turquía, presionada indiscutiblemente por los Estados Unidos, se involucrase directamente en la guerra contra el Estado Islámico(EI). Al insistir el buen conductor del programa en el porqué, me referí al golfo cuyas aguas son las más orientales del Mediterráneo, es decir, se adentran más en este complicado territorio histórico que forman Turquía, Siria, Iraq, Irán, Líbano, Israel, incluso –hoy con una paz zurcida con alfileres– Chipre. Cuando utilicé el nombre actual del golfo, Iskenderun, y hablé del «culo de saco mediterráneo» creo que aumente la confusión. Para unas generaciones que estudiábamos conjuntamente geografía e historia, aquel golfo se llamaba de Alejandreta. Recordaba a Alejandro Magno, al igual que otra gran ciudad: la Alejandría de Egipto. Allí en Issos, muy cerca de la actual frontera con Siria, Alejandro venció a Darío III de Persia. Allí hubo más encuentros bélicos a lo largo de la historia. Y en la zona, con lógica, los estrategas estadounidenses diseñaron en 1943 –Tercera Conferencia de El Cairo– la construcción de una base aérea –Incirlik– que bien conocen nuestros aviadores y que sigue a pleno rendimiento. Incirlik se ubica a 56 kilómetros del Mediterráneo y a sólo 8 de Adana la quinta ciudad de Turquía, en cuyo aeropuerto despliegan nuestros artilleros. Incirlik se diseñó pensando en la Guerra Fría contra la URSS –de ella despegaron los U-2 que motivaron una grave crisis con Moscú al ser derribado uno de ellos sobre territorio soviético– pero fue fundamental en la crisis de El Líbano de 1958, en la Guerra del Golfo de 1990, en la de Iraq de 2003 y en el conflicto Israel–Hezbollah de 2006. Permaneció incluso abierta con bandera OTAN en 1975 cuando Turquía cerró todas las instalaciones USA en respuesta al embargo impuesto por su invasión a Chipre, dividida aún por dos comunidades de difícil reconciliación. Geográficamente es la Isla que parece querer penetrar en el Golfo de Alejandreta a través del estrecho cabo Apóstol Andreas en Famagusta.
Ceyhan en Alejandreta es, además, terminal del segundo mayor oleoducto del mundo (1.768 Kms,): el que une el mar Caspio con el Mediterráneo a través de Bakú (Azerbayán) y Tiflis (Georgia).
Está claro que desde la antigüedad la zona tiene un enorme valor estratégico. Lo retuvo el Imperio Otomano hasta el final de la Primera Guerra Mundial; luego lo fueron reteniendo Inglaterra y sobre todo Francia hasta la Segunda. Hoy es un espacio consolidado turco, país que en la Alianza Atlántica sigue ocupando una posición clave entre dos mundos: Trípoli, Homs, Alepo, Antioquía, Tarso, Mosul, están en su inmediato radio de acción.
Una vez más se constata que la geografía marca el rumbo de la historia de los pueblos. Sin remontarnos a Alejandro Magno, constatamos el papel clave que puede tener ahora en la resolución de un triple conflicto que asola la zona: el de Siria, en cierto sentido guerra civil interna; muy relacionado con él, la ofensiva del EI en la propia Siria y en Iraq y la consecuencia inmediata de un renacido problema kurdo que puede contagiar no sólo a Iraq y a Siria sino también a Irán y a la propia Turquía.
Ya sufre Ankara los zarpazos de un terrorismo kurdo, cuando parecía que tras las últimas elecciones de junio el problema se canalizaba por cauces políticos.
Sobre el tablero, una zona inestable, con finales inciertos, con peligros de contagio y escalada. Egipto parece mantenerse al margen, pero su vecina Libia es un foco de violencia, exportador nato de emigraciones clandestinas a Europa, con lo cual indiscutiblemente pagamos en Calais o en las islas griegas, la crisis siria o los graves errores cometidos en el norte de África.
Y en el centro de todo, el ser humano.
Ya admitimos cifras de emigrantes ahogados en el Mediterráneo como normales; ya contamos los millones de refugiados en campos de NN UU como si no fueran con nosotros. Y en el corazón de estos seres hay desesperanza, miedo, abandono de tierras, de familias, de culturas. Y nos asusta que unas ideas fanatizadas sean receptoras de estas frustraciones, creen odios, y nuevos brigadistas se incorporen a las filas del EI, donde por lo menos tienen asegurado el sustento. No pretendo amargarle el agosto a nadie. Pero o nos tomamos en serio el problema y nos involucramos todos –ahora Inglaterra ve un peligro que antes no veía– o debemos apuntarnos a un mundo que dejaremos a nuestros hijos, con enormes riesgos.
La geografía marca la historia. Pues basta leer algo de historia para saber por dónde le llegaron a la geografía de Europa los problemas. El golfo de Alejandreta fue testigo de muchos de ellos.
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