Cástor Díaz Barrado
Golpe a la democracia
El intento de golpe de estado en Turquía ha hecho saltar todas las alarmas en el continente europeo. Ha despertado la somnolencia que aquejaba a la Unión Europea en relación con Turquía y el futuro que le corresponde a este país en el seno de la Unión. El Gobierno de Erdogan ha sido elegido democráticamente y no cabe otra cosa que respetar el orden institucional del país otomano. Todas las potencias occidentales se han pronunciado en esta dirección y, sin ambages, han condenado la intentona golpista. La democracia y el respeto al orden constitucional son características que definen la construcción europea. No es posible convivir en la comunidad de estados europeos sin que cada uno de sus integrantes tenga un régimen democrático. La respuesta al intento de golpe debe ser, sin embargo proporcional y, sobre todo, en el marco del Estado de Derecho. No caben «purgas» ni tampoco medidas excepcionales que sobrepasen los límites del propio sistema democrático. El comportamiento que tenga el Gobierno de Erdogan en los próximos días y meses marcará el destino de Turquía. No sería bueno que ese estado abandonase el Consejo de Europa y que dejase de ser considerado candidato a la Unión Europea. A pesar de todas las objeciones y de quienes se oponen fervientemente a ello, Turquía debería forman parte de la Unión Europea y contribuir, de manera decisiva, a la configuración de la Europa unida. Pero, para ello, será preciso demostrar que la democracia y el respeto de los derechos humanos están en la base de la política turca y nada sería más equivocado que restaurar la pena de muerte, tal y como se viene comentando. Las respuestas al fracasado golpe de estado deben demostrar que Turquía tiene capacidad y voluntad de pertenecer a un grupo de países en los que el respeto de los valores democráticos es consustancial y en el que la defensa de los derechos humanos, en todas su dimensiones, es imprescindible en cualquier política interna y exterior.
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