José María Marco

Götterdämmerung

Una amiga mía, un poco snob, ha reservado la mejor suite del mejor hotel con las mejores vistas sobre la Plaza de Cataluña... para el 9 de noviembre. Hace meses que reservó una mesa para almorzar ese mismo día en el restaurante más hipersubversivo y ultratrendy de Barcelona, y la tarde anterior piensa asistir en el Liceo, o Liceu, a una puesta en escena que se anuncia rrrrrrevolucionaria (mi amiga se crió en el extranjero y pronuncia unas erres marcadamente guturales) del «Götterdämmerung», el «Ocaso de los dioses» de Wagner, siempre apreciado en Cataluña. Coincidí con ella en Barcelona el 25 de noviembre de 2012, cuando mi periódico me envió a un programa en TVE para comentar los resultados de las elecciones autonómicas que se celebraron aquel día. Los dos teníamos pensado asistir a una velada de mucho movimiento, pero como el resultado fue el que fue, cuando salí de la televisión la Plaza de Cataluña, poco antes llena de policía, estaba desierta. Intentamos sobreponernos con el cava que nos dieron en un local carísimo de Sarrià, lleno de almas en pena como nosotros.

Sé muy bien que una columna no debe promover intereses personales, pero mi amiga se ha puesto tan insistente que espero que el director comprenda lo que voy a hacer. Efectivamente, mi amiga me exige que le diga a Mariano Rajoy –ni más ni menos– que a partir de ahora tiene que apoyar a Artur Mas en lo del referéndum del 9 de noviembre.

Mi amiga no quiere que el Gobierno lo autorice. Las leyes están para ser cumplidas. Pero un demócrata debe respetar la palabra dada. No valen trampas como la que ha propuesto una representante de CiU en el Parlamento de Cataluña, según la cual el referéndum podía ser aplazado hasta que fuera legal. No. La consulta, dice mi amiga, debe celebrarse el 9 de noviembre. La debe convocar el President, es decir el mismo que la prometió, que es Artur Mas. Y se debe hacer con Artur Mas en el Palau de la Generalitat, al frente del Govern, con su Tàpies, su balcón a Sant Jaume para un desahogo y sea cual sea la decisión del Tribunal Constitucional.

Espero que Rajoy lo entienda y no le dé la noche a mi querida amiga. Por cierto, también yo estoy invitado al lunch subversivo y a asistir en un palco a la representación del «Ocaso –o crrrrrrepúsculo– de los dioses». Qué apoteosis, qué incendio del Walhalla nos espera...