Alfonso Merlos
Gran Hermano CAT
Orwelliano. De confirmarse las pruebas policiales, estamos ante el aterrizaje y la implantación durante años del Gran Hermano en Cataluña; ante una sociedad que ha calcado actitudes totalitarias, amenazantes y represoras como las que se representan en la novela 1984. Es inadmisible en un régimen democrático, bajo el imperio de un Estado de Derecho y en la Europa civilizada. Intolerable. Debe ser perseguido. Sin reservas. Sin tregua. De inmediato. Con contundencia como ha subrayado Soraya Sáenz de Santamaría. Porque estamos ante la quiebra del sistema de libertades.
Hace lo que debe el Gobierno de Mariano Rajoy no dando ni un paso más ni uno menos de los que debe. No se trata de echar agua al vino. Se trata de mantener las cautelas necesarias en el ámbito político y poner todos los medios al alcance de las Fuerzas de Seguridad del Estado y los tribunales para que esclarezcan los horribles delitos que se han podido perpetrar. Vaya usted a saber por quiénes y contra quiénes, aunque tenemos ya muchas pistas y algunas presentan la fisonomía de la evidencia.
Es simplemente un disparate dar pábulo a quienes desde el ejecutivo separatista de Cataluña hablan de una tentativa malintencionada de manchar o entorpecer el mal llamado proceso de construcción nacional. Es una montaña de dossieres la que confirma que estamos ante una trama en toda regla: una sucesión de conspiraciones, confabulaciones y complots a través de los que unos se han concentrado en perjudicar, chantajear o destruir a otros. Pero es más. Genera especial repugnancia, por lo insultante, pensar que hay politicastros que en lo más duro de la crisis han tirado el dinero del contribuyente emulando comportamientos más propios de Al Capone o de Don Vito Corleone. Vomitivo.
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