Gaspar Rosety
Grandes hombres
Ignacio estaba ingresado en Puerta de Hierro y lo llamé para invitarlo a la Peña del Asador Donostiarra, con Santamaría, Antonio Ruiz y Pachín. Me dijo: «Estoy en Puerta de Hierro, tengo un problemilla; se ha puesto rebelde pero en unos días salimos y a la próxima vamos María y yo». Fue su despedida amorosa de un viejo amigo. Hace tan sólo diez días. Su voz no era la de quien inicia el tránsito hacia otra vida sino la de aquel que se empeña en vivir la suya.
María Ostiz me atendió tan cariñosa como desde hace treinta y cinco años. Siempre hablamos mucho los dos de nuestros hijos y de la educación. Ambos, el futbolista campeón y la cantante de moda, ejercieron su papel modélico, de bondad infinita, de amor por los suyos y de una fe ejemplar, que compartíamos en mi modesta medida.
Zoco alcanzó la gloria como jugador del Madrid, ganó la Copa «yeyé» y marcó un golazo espléndido en Atenas. Sus compañeros y él hicieron grande, el más grande, al Real Madrid. Grandes hazañas, grandes valores, grandes hombres. Sólo ellos crearon un paraíso lleno de virtudes y lecciones de humanismo. Ojalá, algún día, podamos vivir el renacimiento de esas cualidades de quienes sólo pueden vivir la eternidad en el Panteón de los Grandes Hombres, aquellos que hicieron el fútbol más habitable y de la tierra, un lugar de encuentro con Dios y la armonía; personas como Grosso, Rial, Di Stéfano, Bernabéu, Saporta, Trigo, Marquitos, Puskas, Betancort, construyeron el cielo aquí abajo. Gracias, Ignacio, por todas esas cosas y, en especial, por haberme dejado quererte. Tu familia sentirá el orgullo de pertenecerte.
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