César Vidal
Grassroot
Hace apenas unas horas el Bank of America ha publicado un informe semi-confidencial sobre la situación política en España. Reconozco que estoy tan de acuerdo con él como si lo hubiera escrito yo mismo. Sin embargo, no voy a analizar todo su contenido sino sólo una palabra con la que define a Podemos. Se trata del término inglés –más que inglés, americano– grassroot. El término no es de fácil traducción al español ya que sería algo así como «raíces de hierba», pero viene a significar un movimiento social que arranca, se nutre y crece de bases populares. En sí no implica matiz ideológico alguno porque grassroot es también el Tea Party y en algún momento de la Historia se podría haber dicho que lo eran tanto el Ku Klux Klan como el movimiento por los derechos civiles capitaneado por Martin Luther King. Grassroot es, sustancialmente, lo surgido de abajo. La afirmación es importante no tanto por lo que dice de Podemos cuanto por lo que señala de los grandes partidos. Que el PSOE dejó de ser obrero hace años para convertirse en una casta privilegiada donde el arribista se aseguraba la carrera, lamentablemente, no admite discusión. Si el socialismo español ha tenido alguna vez contacto con los trabajadores no ha sido, desde luego, en las últimas tres décadas. No es mejor la situación en el PP. Hace tiempo Alfonso Ussía apuntó en uno de sus siempre extraordinarios artículos a la prepotencia de los nuevos gobernantes. Gente que, literalmente, mendigaba una partícula de atención en la época de ZP, una vez en el poder, corrió a encerrarse en torres de marfil inaccesibles especialmente para su propio electorado. En algún caso, como en una entrevista de cuyos protagonistas no quiero acordarme, algún ministro se atrevió a amenazar nada veladamente a los periodistas con una inspección de Hacienda. En una nación como Estados Unidos, semejante respuesta hubiera desgraciado a cualquier político, aquí sólo provocó que el pavor se pintara en el rostro de los presentes. Lo cierto es que los dos grandes partidos se han distanciado del pueblo –¿a cuántos senadores y congresistas conoce el lector que hayan visitado recientemente sus circunscripciones?– y este cada vez se siente más airado, más desalentado y más harto. A esas gentes –y, de manera muy especial, a los jóvenes que tienen que soportar una tasa de desempleo notablemente superior al treinta por ciento– se ha acercado un movimiento grassroot llamado Podemos. Avisados quedan los que siguen dormitando en sus poltronas.
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