Ángela Vallvey
Guerra
Sorprende pensar que Occidente ha sido considerado la «mejor y más eficaz maquinaria de guerra» que ha dado el mundo. El historiador Victor David Hanson, verbigracia, sostiene que los europeos son los soldados más preparados y letales, un prodigio de mortal aptitud para la lucha. Argumenta su tesis analizando grandes batallas (Lepanto, Midway, Salamina...) a través de las cuales Europa ha dejado su impronta en la historia debido a su carácter extraordinariamente eficaz para la guerra, a su sentido de la individualidad, la fe en la construcción de Estados fuertes y poderosos, un discernimiento reflexivo y un gran sentido de la disciplina. Lo mantiene el mismo autor que ha detectado una señal curiosa que, a mi entender, puede significar que las cosas han cambiado de manera drástica: en una de las últimas ediciones del «Oxford Classical Dictionary», la de 1996, que ha sido tradicionalmente una guía para estudiosos de la antigüedad grecorromana, la entrada perteneciente a «Guerra del Peloponeso» tenía sólo 26 líneas, mientras que «Ginecología» merecía 81; «Magia», 122; y «Teoría literaria», 435. La guerra del Peloponeso aniquiló Atenas en el siglo V a. d. C. y transformó para siempre el auge de las ciudades-estado griegas, que fueron cruelmente destruidas, conquistadas, arrasadas... Gracias a Tucídides, que escribió un relato ordenado de hechos de naturaleza confusa, tenemos una idea poderosa de lo que supuso aquella guerra. Pero la importancia que se le da a la obra es menguante, a pesar de su trascendencia histórica. En general, la guerra es un concepto que provoca rechazo, también repugnancia, en Europa. Tal y como ocurrió en los años previos a la I Guerra Mundial, precisamente cuando florecían las asociaciones pacifistas... Parecía que toda Europa abominaba de la guerra, pero al poco inició una de las contiendas más atroces de la era contemporánea. Hoy día, pese a la repulsa hacia la sola idea de la guerra, cada vez se habla más de «guerra global» (contra el terrorismo islamista), «guerra contra el yihadismo»..., etc. Olvidando que la guerra, desde la antigüedad, ha ido adquiriendo también unas «reglas» básicas: se supone que las guerras, desde hace mucho, se libran en el campo de batalla, no asesinando a civiles inocentes por la calle. En todo caso, actos de terrorismo como el de Barcelona, propio de asesinos atrasados, deberían ser considerados «crímenes de guerra». Pero no, no estamos en guerra. Es que ya nadie lee a Tucídides.
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