Irene Villa
Héroes civiles
Los atentados de Boston abren en Estados Unidos una herida que aún no había terminado de cerrar tras el terrible e inolvidable 11 de septiembre de 2001. Tampoco en España, donde lamentablemente tenemos asesinatos por terroristas mucho más recientes que aquel que acabó de golpe con la vida de miles de personas, conseguimos que termine de cicatrizar el dolor que despiertan la sinrazón y la barbarie terrorista. Cualquier acto de violencia vuelve a desolar nuestra esperanza. Pero como resaltaba este periódico, también tienen que ser noticia los numerosos actos de ayuda y comprensión que se multiplican en todo el mundo cuando ocurre un ataque cobarde y perverso contra la humanidad. Héroes civiles, que manteniendo la calma consiguieron que no cundiera el pánico, sirvieron de valiosísima ayuda a las decenas de heridos. Aunque hace menos ruido, lo que abunda es la solidaridad. El costarricense Carlos Arredondo, que corría la maratón en honor a «los soldados caídos» y cuya cara ha dado la vuelta al mundo por ser uno de los principales actores en las labores de salvamento, no dudó en trasladar a heridos a las ambulancias y en practicar torniquetes con su propia ropa para evitar que murieran desangrados. Entre ellos, un joven de 27 años al que tuvieron que amputarle ambas piernas, y que repetía: «¡Quédate conmigo!». Ojalá pudiera cerrar así, ayudando a otros a vivir, el duelo de perder a su hijo asesinado cuando estuvo destinado en Irak. Porque la vida siempre triunfa. Porque a todos nos toca, en algún momento de nuestra vida, comportarnos como héroes o heroínas.
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