Julián Redondo
Heynckes
Le preguntaron si había pedido informes del Barcelona a Guardiola o si éste, que le relevará en junio con su consentimiento, se los facilitó. Asomó el genio, el carácter del hombre hecho a sí mismo, el de la persona mayor –cumplirá 68 años el 9 de mayo– que no está para monsergas y respondió con un no rotundo, seco, que no admitía más preguntas, pero le insistieron y se rebeló. Tres veces no dijo Jupp Heynckes. No fueron las tres negaciones de Pedro; pero sonaron tan taxativas como irrecurribles.
Heynckes es un magnífico entrenador, prueba de ello es el actual Bayern, una apisonadora, o la «Séptima» del Madrid con la mitad del vestuario haciéndole la cama. Y es un hombre recto. Tuvo que convencerle Lorenzo Sanz para que no se fuera antes de aquella histórica final. Resistió y venció. Podría decirse que estando en la cúspide de su brillante carrera el éxito ha vuelto a sonreírle. Su equipo no encuentra rival en la Bundesliga y es el terror de la «Champions». Hoy recibe al Barcelona, que necesita a Messi como la historia de España, al Cid Campeador, que podría servir de parangón, tal y como se demostró ante el PSG.
Por su forma de ser, Heynckes es la antítesis, el polo opuesto, de su compatriota Jürgen Klopp, otro de los protagonistas principales del doble duelo hispanoalemán en las semifinales de la Liga de Campeones. Éste es dicharachero, un espectáculo en la banda y en la sala de prensa, y, como decía su profesora y le critica Mourinho, habla mucho. Lo cual no es óbice, cortapisa o valladar para que su nombre suene como futurible en la zona noble del Bernabéu, donde se ve con agrado que sea el sucesor de «Mou».
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