Martín Prieto
Iglesias se aleja de la barricada y dibuja una España como Sudán del Sur
Ha utilizado el uniforme de gala: en mangas de camisa blanca, sin la reciente corbata colgante. Y siendo la primera vez que se encuentra en un cara a cara con el presidente, aunque sea a cuatro voces, ha sacado el discurso de los domingos, muy alejado de la barricada, con los datos escogidos que más le gustan, pero con un tono medio-bajo, algo doliente como corresponde a su discurso, correcto y educado. Pasó la hora de asustar. Empero, Iglesias vuelve a dibujar un escenario español propio de Darfur, Sudán del Sur, Eritrea o el Cuerno de África: no ya pobreza sino hambruna, y eso no es verdad aunque la crisis de 2008 dejó la carretera llena de baches.
Iglesias es bastante descarado y en generaciones anteriores se le tendría por un fresco, de esos que como docentes en su facultad hacía puyitas a las alumnas que no eran de su cuerda ideológica. Quizá su ciencia sea tan profunda que haya leído «El capital»; y de lo que sí sabe bastante es de ese aglomerado mental de publicidad, relaciones públicas, gestión de imagen y mercadotecnia política. Tierno Galván había estudiado a Marx, Engels, Lenin, y a toda la galaxia comunista, y se disfrazaba de viejo con chaleco hasta en verano. Aunque no lo sepa, adquiere la apariencia de Peter Pan luchando contra el Capitán Garfio en el país de Nunca Jamás. Entre los brillantes ateneístas de la II República a Iglesias no le hubieran dado ni un turno de palabra porque este Garibaldi de todas las Españas es hijo de la televisión, que utiliza «ad nausean», sabiendo con MacLuhan que el medio es el mensaje, pero que anoche quedó en ocasión desdibujada en una medianía bastante sosa. Cuando no sube la voz y mitinea, Iglesias no es carne ni pescado.
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