Rosetta Forner
Invasores
Nuestro sistema inmunológico emocional suele tener que vérselas a diario con el virus más mortífero de todos cuanto existen: el miedo. Éste no puede observarse en el microscopio, pero sí avivar en los medios de comunicación. Los virus y las bacterias que afectan al cuerpo humano son reales. Los hay que mutan y los hay que han podido ser creados en laboratorios con fines de dudosa moralidad. Hace años vi una película titulada «La Caja de Pandora». El protagonista era un virus (mortífero) escapado de un laboratorio ruso. La realidad suele copiar a la ficción, ¿o es al revés? Vivir inmersos en el miedo debilita nuestras defensas. Mientras que la confianza y el amor las refuerza. La medicina occidental se basa en detectar y combatir (como si de una guerra se tratase), en lugar de «prevenir» o reequilibrar el sistema (enfoque de la medicina oriental). Este nuevo virus (detectado por vez primera en 2012) tiene forma de «corona». Una forma muy bonita para un virus maldito. Dado que lo mío es la psicología (PNL: Programación Neurolingüística), sé muy bien que las creencias con las que alimentamos nuestra mente nos debilitan o nos refuerzan (hay experimentos probatorios del efecto placebo). No puedo controlar el aire que respiro, ni la calidad de la comida que ingiero, pero sí puedo decidir qué pensar. La Tierra no es un lugar hostil, pero el humano se ha empeñado en intoxicarla. Vertemos en los ríos ingentes cantidades de medicamentos, lo cual no puede generar nada bueno. Nos intoxicamos con miedo y emponzoñamos el planeta que nos aloja. Todos nuestros actos tienen repercusión. ¿Aprenderemos algún día a emitir sólo pensamientos bañados en amor y no en odio, miedo, desesperación...? ¿Aprenderemos algún día a ser respetuosos con la Tierra? Dado que el maldito coronavirus sólo se contagia si hay un contacto muy estrecho con la persona enferma, acabarán por poner a los enfermos una «campanilla» como otrora sucedía con los leprosos. El miedo es el mejor aliado de los virus. Precaución sí. Miedo, no.
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