César Lumbreras

Jamón, aceite y vino

La Razón
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En Francia siempre han presumido de sus productos agroalimentarios, lo mismo que en Italia. Mencionar al primero de estos países y pensar en quesos, vinos, «champagnes» y foie era todo uno; por supuesto, también en moda y en perfumes. En el caso del segundo sucedía lo mismo con su pasta, la pizza o el aceite de oliva virgen, aunque una buena parte de este último procedía de nuestros olivares. Afortunadamente, en los últimos años en España nos hemos puesto a la tarea de abrirnos al exterior y vender. Tres son los grupos de productos emblemáticos: el jamón de cerdo ibérico, que tira de los otros derivados como paletas, lomos y embutidos varios; el aceite de oliva virgen y los vinos. Todos ellos se han convertido en los símbolos, no solo de nuestra gastronomía, sino del propio país. Por supuesto, este proceso de internacionalización y valorización no ha hecho más que comenzar y todavía queda mucho camino por recorrer. Por ejemplo, en el caso del vino ya hemos figurado a la cabeza de la clasificación en las exportaciones por volumen, especialmente por las ventas a granel, pero bajamos varios puestos cuando se trata del precio. Corea del Sur es el vivo retrato de esta situación, porque nos hemos convertido en sus principales proveedores en cantidad, pero en dinero nos superan Francia, Chile, Italia y Estados Unidos. En aceite de oliva virgen y extra continuamos vendiendo a granel a Italia, que envasa el producto y lo coloca como suyo. Sin embargo, en los últimos años este sector ha dado un salto de gigante en comercialización en el exterior. Curiosamente, el aceite de oliva en sus diversas categorías es un gran desconocido en el mercado interior, por increíble que parezca. El resto de Europa sigue siendo nuestro principal mercado, pero no hay que perder de vista países como China, Japón y Corea, con segmentos de población de gran poder adquisitivo. Y es que el Pacífico ha desplazado al Atlántico como eje mundial.