Lucas Haurie
Kenia brilla entre sombras
Corren tiempos extraños para el deporte en Kenia, pese a su histórica primera plaza en el medallero del Mundial. El Comité Olímpico Keniano se ha visto obligado a explicar por qué muchas de las tramas del dopaje internacional confluyen en los altiplanos del África central mientras cunde la certeza de que la IAAF no sólo mira para otra parte, sino que alienta este oscurantismo. Pero allí donde el atletismo es religión, los focos apuntan al emergente equipo de «seven», la modalidad de rugby que se estrenará en el programa olímpico en Río 2016. Mosqueante, ¿no? Mucho más que la irrupción de Nicholas Bett en los 400 vallas, una prueba que ya ha dado medallistas olímpicos de Uganda, Zambia o Senegal, y la peripecia del lanzador Julius Yego, del que se cuenta que hizo sus primeros pinitos imitando vídeos de YouTube, pero se omite que su verdadera progresión se debe a sus entrenamientos en Finlandia, meca de la jabalina; y sorprenden sus intratables fondistas (sólo al alcance de Mo Farah). Los cuentos de hadas hacen bonito en los periódicos, pero casi siempre colisionan con la realidad. Desde Biwott y Kenio hasta Rudisha y Kemboi, los kenianos siempre nos han hecho vibrar. Pero el reglamento debe ser igual para todos.
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