Alfonso Ussía

«Kichi»

La Razón
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El Alcalde de Cádiz es conocido por «Kichi». No ganó, ni por aproximación, en las elecciones, pero los pactos le han llevado hasta el principal sillón municipal. «Kichi» es el novio de la chica que manda en «Podemos» de Andalucía. En «Podemos» el amor es muy importante. A Iglesias le falló Tania con sus asuntos, la chica de Andalucía está loca por «Kichi» y la portavoz en Madrid que enseña las tetas en las iglesias católicas es la novia del delgado «Gorrión», imagen figurada que debemos al talento de Pedro Narváez. El «Gorrión», boquita de piñón, no es otro que Iñigo Errejón, el de la beca. De las tres novias, la más conseguida –opinión personal–, es la de «Kichi», que encaja perfectamente con el sueño ardiente e indefinido del personaje de Leroy Hutchinson: «Miraba con furia contenida desde su depilado desnudo playero». Hutchinson escribió esto en 1998, adelantándose a los acontecimientos. Y la playa no era la de Zahara de los Atunes, sino la gélida y recoleta de Wrigth, en la isla de Guernesey. En este aspecto, mi enhorabuena a «Kichi». La del «Gorrión» es muy mejorable y la de Iglesias, como doña Ana Pantoja, la novia de don Luis Mejía «imposible la habéis dejado para vos y para mí».

«Kichi» ama a su tronca y con la misma intensidad odia a nuestra Bandera. La Bandera de todos, «Kichi» incluído. Cádiz es una ciudad liberal y culta, y desde Puerta Tierra hasta la Caleta guarda el mayor talento natural y popular de España. Cádiz es la fuente de la Constitución de 1812, como su vecina San Fernando, dos años antes, la sede de la promulgación del Decreto de la Libertad Política de Imprenta, aprobado y aclamado por las Cortes Generales de la Real Isla de León «cuando España fue una isla». Cádiz es una ciudad literaria, marinera y militar, entroncada a la libertad patriótica. Y en Cádiz, en su Plaza Sevilla, se plantó un alto mástil con la Bandera de España en homenaje a la Constitución de 1978, la que concedió la plena libertad y participación ciudadana a todos estos desgarramantas y componentes de la más inculta mamarrachería que desean destrozar nuestra convivencia con un novedoso programa de aniquilación soviética. En Cádiz, para conmemorar el trigésimo aniversario de la Constitución de 1978, la que hoy nos une, la alcaldesa Teófila Martínez plantó en la Plaza Sevilla un mástil para que ondeara la Bandera de España. Hoy, en la Plaza Sevilla queda el mástil, pero no la Bandera. A los siete días de iniciar su mandato «Kichi» ha ordenado arriarla, humillarla y vejarla. La Bandera en lo alto ha sido sustituída por otra más pequeña, con toda seguridad proveniente de un impulso vecinal, que no levanta metro y medio del suelo y está pegada al mástil con adhesivos.

Cádiz, la más española de las ciudades de España, orilla europea del Atlántico, balcón del sueño antillano y del resto de nuestras Américas, se ha quedado sin Bandera por el odio batasuno de un gaditano. «Kichi», su aspecto lo denuncia, representa a la nueva suciedad imperante, que no tiene sus orígenes en la izquierda intelectual, sino en el resentimiento y el esnobismo del pijerío indolente. Cádiz mantiene su luz, su olor a mar, su talento popular insuperable que se guarda, desde hace siglos, desde Puerta Tierra hasta la Caleta y el barrio de la Viña. Cádiz mantiene su acento peculiar, su luminosa improvisación y su blancura estética. Pero anímicamente, a Cádiz le han robado su estética y se ha convertido en una sucursal del alma del Goyerri.

De Cádiz parte todos los años, con su enorme Bandera a popa, el «Juan Sebastián Elcano», rumbo a las Américas, camino oceánico español hacia el nuevo mundo. Será la suya, a partir de ahora, la gran Bandera que a Cádiz le ha robado el incomprensible odio de un necio. A ver si «Kichi» tiene cojones para intentar arriar esa Bandera.