Joaquín Marco

La Alemania de Merkel

Desde el siglo XIX ha existido siempre una cierta admiración hacia Alemania en un sector de la opinión española. Primero fue intelectual. Ningún científico podía desconocer el alemán como lengua vehicular del espíritu, ya fuera en el ámbito de las Humanidades o de las Ciencias. Pero la Alemania de hoy produce otros sentimientos encontrados. Es considerada como la cabeza rectora visible de la Unión Europea y, a la vez, se ha convertido en la defensora de la ortodoxia liberal conservadora que azota y reconduce las economías de los países del Sur. Por ello no es de extrañar que las elecciones del pasado domingo fueran seguidas con un extraordinario interés por todos los medios. Los resultados habían sido anticipados por las encuestas, salvo algunos detalles que han venido a confirmar el liderazgo de Angela Merkel, que ha logrado un tercer mandato al frente de la coalición CDU/CSU. La crisis que atraviesa Occidente ha devorado a los jefes de gobierno de diversas ideologías; en cambio, esta mujer que casi nunca cambia su atuendo, salvo el color de su chaqueta, de aspecto bondadoso, típica representante de la clase media de cualquier país, ha sabido conectar con el pensamiento general de los alemanes y ha obtenido el 41,5% de su apoyo. Pero paradójicamente si estas votaciones se hubieran producido en España la ganadora hubiera sido posiblemente la izquierda. Porque Die Linke (La Izquierda) obtuvo un 8,6%, el SPD (los socialdemócratas) un 25,7% y Los Verdes, un 8,4%. Sumando las tres fuerzas superarían al CDU, aunque los socialistas no están dispuestos a pactar con Die Linke (un conglomerado en el que participa el Partido Comunista). Los votantes alemanes se dividen en dos mitades, con una pequeña mayoría de izquierdas. Pero la popularidad de Angela Merkel está por encima de esta Alemania que se considera a sí misma el adalid de Europa, porque el papel de Francia, abrumada por sus propias circunstancias, no logra hacerle sombra.

Apoyada por las fuerzas económicas de la banca y la industria ha sabido representar a una clase media mayoritaria que ha resistido bien la crisis, pese a los desequilibrios internos del país que la canciller mide atentamente. Curiosamente ha fagocitado a los partidos que la han apoyado, como ha sucedido en esta ocasión con los liberales y en su primer mandato con los socialdemócratas. En el seno de Europa ha mantenido una disciplina férrea y tras las elecciones declaró que no iba a cambiar, pese a los cantos de sirena, sus ejes principales. Defendió al euro frente a los ataques de sus adversarios, que los tiene incluso en el seno de su propio país. Alternativa por Alemania (AFD) quedó a tres décimas del 5% necesario para entrar a formar parte del Parlamento, pero va a poder hacerlo en el Europeo, donde solo se requiere el 3%, de lograr parecidos resultados. No es un partido de extrema derecha, pero sí representa a una parte de alemanes que rechazan el rescate de los países en dificultades y la moneda unitaria. El triunfo de la CDU responde también a su modernización ideológica, ya que es capaz de atraer electores que antes votaban al FDP o incluso al SDP. Pero, tal vez, el éxito del partido se debe a la personalidad misma de la canciller. El votante alemán la ha visto como una madre, segura en la conducción de un país que sabe mantenerse en la cima de la Unión, trazando el camino que les conviene. Por otra parte, los socialdemócratas no acertaron con su líder Peer Steinbrück, que no inspiraba confianza y no ofrecía alternativas creíbles a los votantes. En muchos sentidos la base pragmática de sus propuestas coincidía con la de su contrincante. En las encuestas Merkel iba siempre 30 o 40 puntos por delante de su principal contrincante. La canciller nunca se adentró en los entresijos de la crisis. La sobrevoló con un pragmatismo que los electores han valorado por encima de todo. Supo además cargar sobre los liberales los fracasos de su gestión. El descalabro del FDP ha sido total, puesto que había estado presente en el Bundestag desde 1949 y había participado en diez gobiernos desde l965. Al no alcanzar la mayoría absoluta, aunque la roce, Merkel no está dispuesta a gobernar en coalición con Los Verdes, sino que desea repetir una gran coalición con el SPD que se manifiesta abierto a dialogar sobre ello, pero no deja de señalar sus reticencias. Ésta era una buena solución para los países en crisis, puesto que una sustitución en la cancillería parecía ya del todo inviable. Martin Shulz, presidente socialdemócrata de la Eurocámara señaló que «había que tomarse en serio las necesidades sociales de las personas en Europa». De hecho, algunos miembros de su partido no son muy favorables a una coalición que se les antoja peligrosa. Reclamarán, tal vez, algunos cambios en la política de austeridad. Otra cosa es que, en la ambigüedad en la que se mueve con tanta eficacia la canciller, éstos lleguen a producirse. Por este motivo, se estima que las negociaciones van a ser no sólo complejas, sino lentas. Mientras tanto, la Unión seguirá en este estado de letargo en el que se encuentra desde que se aproximaron las elecciones alemanas, a la espera de poner en marcha o dar vía libre a algunas iniciativas anunciadas: sobre el paro juvenil y la definición del papel del BCE. El gran mérito de la canciller para sus votantes ha sido situar a su país por encima de los graves problemas de la Unión a los que ha ido sorteando sin tomar acciones tan necesarias como urgentes.