Fernando Rayón
La cabeza de Rajoy
Quizá lo mejor de estos ciento trece días de negociaciones entre el PSOE y unos y otros haya sido que los españoles hemos podido conocer hasta dónde estaban dispuestos todos a pactar con tal de tocar poder, pisar moqueta, o colocar a los suyos.
Ciudadanos pensó –me dicen que de buena fe, lo cual agrava el error– que podía gobernar con el PSOE. También Podemos, y por eso pidió vicepresidencia y ministerios. Puigdemont aceptó prestar sus votos para reeditar el pacto del Tinell a cambio de dinero, pero la cosa la estropeó el viernes pasado Pablo Iglesias. Los que pensábamos –yo aún no lo he descartado del todo hasta que el CIS dicte sentencia– que el pacto PSOE-Podemos sería más tarde que pronto, nos hemos encontrado con la sorpresa de que ese acuerdo penalizaba tanto a los de Pablo Iglesias, que no han tenido más remedio que empezar a mirar a las nuevas elecciones con más cariño.
¿Y qué carta le queda ahora a Pedro Sánchez? Pues aceptar la gran coalición pero pidiendo –ya lo hizo por boca de Albert Rivera– la renuncia de Rajoy a presidir el nuevo gobierno. Lógicamente, a estas alturas de partido, Rajoy no puede aceptar ese envite. Y no lo va a aceptar, porque sabe que la petición de Sánchez no sólo esconde el error de todas sus estrategias –nadie quería pactar con Rajoy, y ahora resulta que nadie quiere pactar con él, salvo Ciudadanos –y, sobre todo, que pedir la cabeza ajena sólo esconde salvar la suya, que ese –y no otro– es el verdadero problema del secretario general del PSOE.
Me dicen que este fin de semana algunos barones han reconocido lo poco que les gustó el encuentro Sánchez-Puigdemont, su sorpresa por la cena con Junqueras y ya el error mayúsculo que ha sido la reunión de Iceta con Xavier Domènech, portavoz de Podemos en Cataluña. Señalan que han añadido «sombras y dudas» a unas negociaciones ya de por sí complicadas. Pero las cosas empiezan a aclararse. Primero será el CIS en mayo –la encuesta electoral se hace este mes– el que tendrá la primera palabra, que luego sentenciarán las nuevas elecciones. Porque, no se engañen, si Pedro Sánchez baja un solo escaño de los noventa del 20-D, la gran coalición estará hecha, pero, con toda seguridad, ésta se hará ya sin él. Y lo sabe.
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