Fútbol
La censura
Fuga de capitales, fuga de documentos, tocata y fuga de Lolita, «leak», «leak», «leak», esa palabra inglesa que para la actualidad atrapó Julian Assange con su Wikileaks, al poner en jaque a medio mundo «hackeado» y que ahora estalla en «Football Leaks» y pone patas arriba los secretos mejor guardados del sacrosanto balompié: ¡los ingresos de los futbolistas! Sueldo, ficha, derechos de imagen, ¡ay! El grifo abierto, la gota china, tortura cadenciosa; el escándalo, que de tan epidémico y extendido deja de serlo; pero, no, el escándalo es escándalo, con y sin Raphael.
Hay chanchullos que, aunque hediondos desde el mismísimo paraíso (fiscal), pueden ser legales, e inmorales. Y opiniones divergentes, todas ellas discutibles, ¿y censurables? Fernando Trueba habló: «En los Mundiales siempre iba con las selecciones de otros países». Cuando ha rectificado, cuando ha dicho que era español después de confesar que no se sintió así ni durante cinco minutos de su vida, ha comprobado perplejo que «La Reina de España» no llega a «Villaviciosa de al lado».
Trueba ha rectificado. Se ha censurado. La autocensura es un arma de disuasión masiva para huir de los conflictos, que algunos buscan permanentemente, cual rabo del diablo. Verbigracia: se puede estar de acuerdo o no con los comentarios de Raúl durante la transmisión del clásico, pero tacharle de antimadridista, ¡a Raúl! y censurarle... La censura, tan arraigada en los «cuarenta años de paz» y aquí no se mueve nadie, era detestable. Ahora surgen los censores como los champiñones. Que esto no se dice, que esto no se hace, que esto no se toca, que esto es como digo yo... ¿Por qué no dejáis de joder a la pelota?, ese bien común, ese vínculo que invita al debate, pero evitando que el fenómeno perezca por envidia y mala baba. O por la guerra de las audiencias. Erigirse en expendedores de carnés, señoría, es como dudar de la autenticidad de 18,5 millones de documentos «leaks».
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