Reyes Monforte
La ciudad de los prodigios
Para enamorarse de una ciudad sólo hace falta vivir en ella, recorrer sus calles o, aún más sencillo y mágico, dejarse envolver por la narrativa de un autor que escoge una determinada ciudad como escenario de su historia. Escritores como Eduardo Mendoza te pueden hacer amar una ciudad y desear sentirte parte de ella utilizando un mosaico de palabras reunidas en un libro. Eso sí es globalización y si alguien lo duda que pruebe a perderse por las páginas de «La Ciudad de los prodigios», y ya me dirá. Es curioso cómo el arte en sus diferentes representaciones ha contribuido a hacer grandes y legendarias algunas ciudades . ¿Quien no ha querido formar parte de la ciudad de los rascacielos escuchando a Frank Sinatra interpretando «New York, New York» o quién no ha querido perderse en la noche parisina después de ver la deliciosa «Midnight in Paris» de Woody Allen?. Eso sí que es la verdadera globalización y lo demás no dejan de ser historias y teorías más o menos interesadas.
Somos las personas las que creamos e innovamos las ciudades y no al revés. Somos sus gentes, sus vecinos, sus ciudadanos. No hay mayor globalización que la realidad del día a día. Por eso convendría que nos cuidaran más. Si quieren hacer sostenibles las ciudades, deberían comenzar por sus ciudadanos, evitando cualquier resquebrajamiento, cualquier fisura en ese tejido social. Ésos son los verdaderos cimientos de una ciudad. Ésa es la verdadera globalización, la que impedirá que alguien se pregunte si la globalización holandesa tiene algo que ver con los quesos
de bola.
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