Unidos Podemos
La crisis melancólica de Podemos
La crisis que ha vivido Podemos tiene un cierto componente de infantilismo como consecuencia de una espiral de autocomplacencia que condujo a que pareciera que era posible superar al PSOE e incluso al PP. Es verdad que todas las casas de encuestas daban por descontado el denominado “sorpaso” y que la única duda era, simplemente, si sería también en escaños. Nada hacía presagiar que no retuviera los 5 millones de Podemos y que consiguiera una parte del casi millón de IU. No me apunto a la moda de minimizar el fenómeno y considerar que es el principio del fin del movimiento cuando en realidad es un fenómeno de transformación de la izquierda que sería un error no interpretarlo en su justa medida. La cuestión es determinar si ha tocado o no techo.
Lo habitual ahora es considerar que ha comenzado el proceso de implosión. En este sentido se ha optado, incluso por aquellos que jaleaban a Podemos porque creían que sería un fiel escudero del PSOE, por establecer la idea maniquea del “poli bueno”, Iñigo Errejón, y “poli malo”, Pablo Iglesias.
Me parece que es el mismo error simplón que cuando se interpretaba que Pablo Echenique y Teresa Rodríguez estaban enfrentados al líder de Podemos. Todo ello es consecuencia de aplicar el análisis que se utiliza para los partidos tradicionales frente a un fenómeno que es diferente. Estamos ante un grupo que teje unas relaciones personales más complejas y profundas, pero que sobre todo comparten un mismo ideal “revolucionario” que pretende una transformación de la sociedad porque consideran que la izquierda tradicional ha fracasado y está integrada en lo que denominan el sistema. No hay que confundir discrepancias organizativas o equilibrios de poder con una crisis ideológica que pueda conducir a la ruptura.
Es verdad, también, que la izquierda tradicional y los poderes fácticos contemplan con enorme simpatía a Iñigo Errejón e incluso lo ensalzan como el intelectual y estratega frente a Iglesias que consideran un radical bolchevique que, además, lleva coleta. Un análisis frentista, de buenos y malo, permite esa interpretación inconsistente, pero la realidad es que no hay una ruptura entre ambos y que nada indica que las discrepancias, como sucede en cualquier equipo o pareja, hayan pasado a mayores.
Es verdad que hay algunos cuadros que son más errejonistas que Errejón y les gustaría vengarse de agravios pasados. Podemos nació como un movimiento ciudadano de carácter transversal y no conozco a nadie que pensara que podían conseguir el gobierno de algunas grandes capitales, tener una presencia destacada en los parlamentos autonómicos y lograr, finalmente, 71 diputados en el Congreso. Los freaks se han convertido en un movimiento que logra casi 5 millones de votos. Esto haría feliz a cualquier formación recién nacida, entre ellas a Ciudadanos, pero los jóvenes airados están insatisfechos porque tienen prisa. Y la prisa es siempre mala.
No es sólo culpa suya porque todos dábamos por hecho que iban a superar al PSOE y era una creencia que se retroalimentaba.
Otra cuestión distinta es saber que ha pasado para que se perdiera poco más de un millón de votos. No creo que la respuesta sea fácil, porque el análisis electoral no es una ciencia exacta. No hay que olvidar que una parte de los votantes de IU consideran que Podemos es el resultado de una “traición”, porque una parte de los dirigentes de esta formación salieron de ella. En este sentido les resultaba insoportable que los “jóvenes”, aunque no inexpertos, les leyeran la cartilla. Por eso les dieron la espalda el 26-J. Otro error fue ampliar tanto el espectro ideológico que se interpretó como un cierto oportunismo donde se abandonaban las esencias con tal de alcanzar el poder. No era un debate académico o una conferencia, sino una campaña electoral. Hubo una gran dispersión y se olvidó para qué había nacido Podemos. El objetivo no era alcanzar el poder por el poder, sino encauzar el descontento social y reparar las injusticias del sistema. El debate sobre socialdemocracia, comunismo, marxismo.... es interesante en el ámbito académico pero se convierte en un galimatías a la hora de explicarlo al electorado. La búsqueda del buen rollo y ser simpáticos eclipsó el mensaje, porque parecía que lo más importante eran las formas y no el fondo. En lugar de centrarse en los 6 millones de votos lo hicieron en los 24 millones que finalmente acudieron a las urnas. No conozco lo suficiente Podemos para saber si los círculos estaban plenamente activos y participaron con la intensidad necesaria. En cambio, no creo que le haya perjudicado electoralmente no apoyar al gobierno entre el PSOE y Ciudadanos tal como pretendía Pedro Sánchez. Hubiera sido la cumbre de la incoherencia ideológica y la traición a lo que significó el 15-M, que nació cuando gobernaba el PSOE donde era diputado Pedro Sánchez. El resultado del 20-D justificaba la pretensión de un gobierno de coalición de izquierdas, que el PSOE no estaba dispuesto a aceptar y prefería mirar a su derecha. El miedo a que Podemos pudiera gobernar tras el 26-J sólo motivaba al votante de centro derecha. La bipolarización funcionó con gran eficacia, el problema para Podemos es que no supo aprovecharla.
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