Reyes Monforte
La cubeta de Ikea
Viendo la comparecencia de la joven investigadora científica a la que acusan de fraude por haber cometido una serie de errores en su estudio sobre la fabricación de células madre, una llega a dos conclusiones: una, que el mundo científico no es tan perfecto como parece, encerrado en una cubeta, sino que también hay margen para los dimes y diretes, las trampas y las zancadillas. Lo digo por el científico que cogió el proyecto y, como si fuera un plano de un mueble de Ikea, vio que los dibujos no cuadraban aunque el resultado final fuera el mismo, y a raíz de ahí todo un carrusel de acusaciones de fraude para echar por tierra un proyecto que hace unos días era el no va más. Y dos, las grandes y casi insalvables diferencias entre Japón y España. Allí, alguien comete un error en la elaboración de un proyecto importante, aunque no afecte al resultado, y la responsable del fallo convoca una rueda de prensa para dar explicaciones entre lágrimas, pide perdón por los deslices cometidos sin mala intención y promete empezar no de cero sino de menos cien. Aquí alguien comete un error, aunque sea con visos de delito y con toda la intención del mundo, y se ríe, se indigna porque le han pillado, da lecciones sobre el estado de derecho y mira al resto por encima del hombro. Será simplemente una cuestión de cultura o de educación, para que luego digan algunos que la cultura no es importante para una sociedad. Pensándolo bien, la doctora Obokata ha tenido suerte de ser japonesa. De haber nacido en China, tal y como se las gastan, hubiese acabado condenada a muerte.
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