Julián Redondo
La denuncia de un culé
Cuando Florentino Pérez detalló lo que costó Figo sentó un precedente que no han imitado sus colegas. Las SA tienen cerradas las puertas de la bolsa, no superarían la prueba del algodón. Fichajes menos transparentes que el azabache; cifras que, sujetas a la doble nacionalidad del que vende y del que compra, rara vez coinciden. Opacidad compartida por los que no son SA. El precio de Bale en el Bernabéu y alrededores es de 91 millones; en Inglaterra, 101, o 109 si el Tottenham recibía 8 millones si el Madrid ganaba la «Champions» con él. Ocurrió. El ejemplo de cómo no se deben hacer las cosas lo simboliza el Barcelona.
La denuncia del socio culé Jordi Cases ante la Audiencia Nacional destapó un contenedor de irregularidades más entretenido que la saga de «Arma letal». Se encargó del caso el fiscal José Perals, natural de Tarragona. Si denuncia un culé y tramita la querella un catalán, no cuela que fue Florentino quien descubrió el pastel e incentivó la investigación. El 20 de enero de 2014, Rosell facilitó las cifras de la «operación Neymar»: «Son 57,1 millones. Y punto». Pero era punto y seguido. Dimitió tres días después y Bartomeu subió la puja hasta los 86,2 millones, que tampoco. Con este embrollo, lo que se ha puesto de manifiesto es que el coste de un futbolista admite varios precios: el franco fábrica, el precio sin IVA, el precio en negro, el precio de amigos que se reparten una generosa comisión y el precio de la Fiscalía, que en el presente caso es de 94,8 millones. Se echa de menos la opinión de monseñor Martínez Sistach, que en una homilía exigió «austeridad» frente a los «dispendios descomunales» del Madrid. En su Diócesis no tuvo eco.
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