Constitución

La estabilidad de la CUP

La Razón
La RazónLa Razón

El presidente de la Generalitat se reunió ayer con el grupo parlamentario de Junts pel Sí para analizar la decisión de la CUP de mantener su enmienda a la totalidad a los Presupuestos. Las primeras declaraciones de Carles Puigdemont dando por roto el pacto de estabilidad con la CUP parecían una broma. ¿Cómo se puede pensar que la CUP pueda dar estabilidad a alguien si ni siquiera se la da a sus propios militantes? Pero el president les necesitó para su investidura y pensó que iba a poder gobernar con ellos. ¡Qué ingenuidad! A las primeras de cambio, le han dejado tirado. Y nada menos que con los Presupuestos que iban a traer la independencia y llenar de embajadas Oriente y Occidente.

Pero este último capítulo no es más que la manifestación institucional de lo que lleva ya tiempo sucediendo en Cataluña. Un desgobierno en el que tienen mucho que ver políticos y también medios de comunicación. La comunidad más próspera de España lleva unos años inmersa en una corrupción que ha dejado tocados a partidos, personas e instituciones. Y todo con una coartada, la de la independencia, que sólo ha servido para llenar de crispación y enfrentamiento la calle.

Puigdemont puede intentar gobernar –así lo ha dicho– con los 62 diputados de Junts pel Sí, pero sabe, y los partidos que le acompañan en su aventura también, que la crisis económica necesita del apoyo de los partidos que defienden la economía de mercado y el sentido común. En vez de eso, ha vuelto a proclamar su grito de guerra: «Estamos aquí para alcanzar la independencia». Pero si esas palabras cada vez tienen menos partidarios es porque incluso los que defendían la secesión empiezan a darse cuenta de que la independencia de los antiguos convergentes no tiene nada que ver con la que quiere la CUP y, seguramente tampoco con la que imagina Oriol Junqueras. Por cierto, que el vicepresidente de la Generalitat se ha puesto de perfil en esta crisis a la espera de que la moción de censura a la que se someterá Puigdemont en septiembre acabe con uno de los políticos más efímeros del momento. Mientras tanto, los partidos más radicales sacan provecho de la crisis y del desgobierno y avanzan electoralmente. Es la triste herencia que la incompetencia de CiU y PSC ha dejado en la sociedad catalana.