Restringido

La excusa por bandera

La Razón
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Entre los requiebros de Convergència están envolverse en la bandera y el victimismo como respuesta a los pleitos que les cercan. En cuanto las cosas se ponen duras, el nacionalismo se salta la división de poderes, el sistema judicial y la necesidad, en el fondo, de respetar las normas esenciales de la democracia. Parece bastar con apelar a las entrañas, a la idea de un Estado deseoso de entorpecer el «proceso» soberanista, de agraviar a la sociedad catalana, como únicas respuestas a los casos de corrupción. Lo hemos visto tantas veces ya...

Mas gusta de esos ejercicios que sonrojan, claro, pero que en definitiva, al menos por lo ocurrido hasta hoy, logran el cierre de filas entre quienes, a golpe de propaganda, se embriagan de independencia. A tal fin, paradójicamente, les «ayuda» la Administración de Justicia. Las investigaciones buscan la verdad y depurar los asuntos turbios de CDC. Pero la lentitud en la resolución de los procesos abiertos y la inacción de algunos jueces permiten al nacionalista de turno jugar al despiste y convertir cada escándalo en una excusa más para su ideología: «Son los enemigos de Cataluña quienes nos difaman», chilla la eficaz publicidad independentista.

Así las cosas, acaba ocurriendo que personajes como Raül Romeva, un leído ecosocialista, se deje embaucar por Mas tapándose la nariz con «asuntillos» como el del 3%, que salpica de lleno al líder convergente. Aunque sólo un suicida político aceptaría ser candidato de cartón piedra en las actuales condiciones, el ex de ICV quería un papel en el «proceso»... Y lo tiene. Como ERC. ¡Vaya papelón! Ayer lunes, Romeva pasaba por el hotel Palace de Madrid para defender que una Cataluña independiente erradicaría la corrupción. ¿La erradicaría o más bien la sepultaría en «el nuevo orden» nacionalista?

Con todo, quizá el daño más profundo y el más urgente de reparar sea el de unos sucesivos mandatos marcados por la voluntad de arrinconar al menos a la mitad de los catalanes que el soberanismo no considera de «los suyos». Sí, la llamada «fractura social». La que niega el independentismo. Hará falta tiempo y sosiego para calibrar y reparar los destrozos que Mas ha causado entre catalanes. Tampoco el cortoplacismo de PP y PSOE, de uno y de otro, dejan de ser víctimas, y no menores, de estos años de vértigo cuasi prerevolucionario que tan largos se nos hacen.