Francisco Marhuenda
La fuerza de la Iglesia
Un cierto desconocimiento sobre el funcionamiento de la Iglesia hace que se analice el proceso de elección de un nuevo Sumo Pontífice como si fuera algo más mundano y sometido a las tensiones partidistas que se viven en la actividad política. Lo habitual es imaginar que los cardenales están divididos en bandos o grupos. Hay quien debe pensar que presentan sus candidaturas e intentan convencer a otros prelados con promesas de cargos. Nada más alejado de la realidad. No hay programas electorales o discursos. Nadie hace promesas. Todos hacemos quinielas, pero lo sucedido en anteriores ocasiones muestra que el Espíritu Santo es esquivo a la hora de ayudar a los periodistas a dilucidar quién se convertiría en el sucesor de San Pedro. A pesar de todo es positivo, porque permite que se conozcan las extraordinarias biografías de los cardenales y la labor de servicio que han realizado a lo largo de su vida. La expectativa que siempre despiertan los cónclaves muestra que la Iglesia es la institución más importante del mundo. No es un exceso hacer esta afirmación. Con sus aciertos y sus errores durante estos dos milenios ha demostrado que ha sido clave en la evolución de la humanidad. No sólo para los creyentes, sino para todos. Es cierto que en algunos sectores persiste un anticlericalismo lleno de tópicos y mentiras, pero la realidad es que los papas del siglo XX y XXI han sido extraordinarios. Los que odian a la Iglesia reconocen su labor, aunque centran su animadversión en lo que llaman «la jerarquía». Todo es Iglesia y los prelados son sacerdotes que han asumido responsabilidades para seguir impulsando una obra de Dios que se dedica a servir al hombre.
La elección de un Papa es un momento clave porque se abre una nueva etapa en la Iglesia. Con una cierta simpleza se habla de la institución como si fuera una teocracia, pero no es verdad. Es mucho más compleja, rica y plural. Juan Pablo II y Benedicto XVI fueron pontífices muy conscientes, como es lógico, de su misión histórica y del papel que tiene la Iglesia no sólo con sus fieles, sino con la humanidad. Esto explica su permanente labor pastoral, los viajes y sus mensajes para dar respuesta a las inquietudes que nos afectan a todos. Es algo que no podrían hacer solos, sino que cuentan con una organización tan grande como eficaz: la presencia de la Iglesia en los puntos más recónditos y abandonados del planeta sin olvidar, por supuesto, aquellos que nos son más próximos.
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