Medidas económicas
La hora de los bancos
Dice el refrán que nadie es profeta en su tierra, quizá por eso tuvo que ser el economista alemán Schumpeter quien diese el espaldarazo definitivo a la Escuela de Salamanca, situándola en el origen de la ciencia económica. No fue el primero; en 1874, otro alemán, Wilhelm Endemann, y un francés, André Sayous, en 1927, habían recogido las opiniones de varios escritores españoles del siglo XVI sobre la economía monetaria. Lo que llevó a los doctores escolásticos Francisco de Vitoria, Domingo de Soto o Tomás de Mercado a descubrir la relación entre la cantidad de dinero y la inflación o a Martín de Azpilcueta a desarrollar la teoría cuantitativa del dinero, fue el intento de determinar el precio justo de las cosas y detectar dónde había usura, prohibida por la Iglesia.
Hoy hemos entendido que el sistema financiero es necesario para una sociedad próspera y que es a la economía lo mismo que el sistema circulatorio sanguíneo al cuerpo. Sin embargo, el concepto de Justicia obliga a reflexionar sobre los límites que debe tener el capital financiero. La crisis económica que ha arrasado con los sueños de millones de personas ha sido el resultado de la codicia campando libremente y carente de muros de contención.
El capitalismo financiero, sustentado por el pensamiento único, ideológicamente hegemónico, fue el caldo de cultivo para las «subprime», los derivados financieros tóxicos, las operaciones a corto y el paraíso terrenal de los especuladores. El sistema cayó y fue el bolsillo de las familias y de los empresarios decentes el que tuvo que sostener a los bancos para que no quebrasen. La pregunta que quedó en el aire es si todo hubiese sido igual en caso de que la Administración Bush hubiese rescatado a Lehman Brothers en un primer momento. Muchos economistas creen que no. El mundo debería haber aprendido que es necesario un orden económico diferente, impregnado de humanismo, en el que la economía sea un instrumento para satisfacer las necesidades de todos y no de opresión y abuso. La desregulación y el neoliberalismo han fracasado en términos sociales y, años antes, lo había hecho la economía planificada. Hace falta una tercera vía. Sin embargo, no parece que nadie haya aprendido la lección. Esta semana una sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) ha fallado sobre la devolución de todas las cantidades que se cobraron en exceso por aplicación de la cláusula suelo, y no sólo las correspondientes desde el 9 mayo 2013, que es la fecha de publicación de la STS 241/2013. Los bancos intentan remolonear y obstaculizar el proceso marcado por el TJUE. Ahora los usuarios afectados deben recurrir a las instancias judiciales e ir consiguiendo individualmente fallos. Sin embargo, no es un asunto meramente judicial, es de orden social y debe empezar a marcar los pilares de un nuevo sistema económico basado en una economía de mercado libre, pero acotando el poder de los poderosos. Es necesario un acuerdo parlamentario entre los grandes partidos que proteja a los consumidores obligando a cumplir a los condenados con la sentencia. La senda de la búsqueda de la justicia de las transacciones llevó a la Escuela de Salamanca a descubrir alguna de las grandes leyes económicas. Ahora que conocemos profundamente el funcionamiento de la economía, ha llegado el momento de lograr un nuevo orden económico en el que al 90% de la población le corresponda algo más que el 1% de la riqueza y en donde lo justo no es sólo salvar a los bancos, sino que éstos no abusen de quienes les han sostenido.
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