Enrique López
La lección de Quebec
Los independentistas catalanes «erre que erre» han conseguido un acuerdo in extremis para proseguir con su perverso y avieso enfrentamiento con el Estado, y lo que es más grave, con el resto de España. Ahora solo cabe esperar que los políticos de verdad sepan dar respuesta adecuada a cada uno de los pasos que se pretendan dar. Todo está preparado, y el Estado de Derecho vela sus armas esperando que no se den los supuestos de aplicación, aunque queda poco margen para el optimismo. El Gobierno en funciones puede actuar frente a esta excepcional situación sin limitaciones, y el Tribunal Constitucional ya ha hablado: «La Cámara autonómica no puede erigirse en fuente de legitimidad jurídica y política hasta arrogarse la potestad de vulnerar el orden constitucional que sustenta su propia autoridad». Como colofón, la unidad de los principales partidos de España está también asegurada –es de esperar–. Pero dicho esto, este irracional e ilegal proceso está provocando una brecha social en Cataluña sin precedentes, está dividiendo a los catalanes, y costará mucho tiempo superarlo. Por ello, además de utilizar los instrumentos del Estado de Derecho, que por sí mismos ya deberían disuadir a estos insensatos personajes, se debe realizar un mayor esfuerzo para explicar y demostrar a la sociedad catalana lo peligroso de este proceso. Como no estamos en el 34, en Cataluña, al igual que en toda España, existe una gran clase media que es la que más puede verse afectada por tamaña barbaridad. Convendría advertir que esta singladura, que no va a terminar en puerto alguno que no sea el respeto y si hubiera lugar, el restablecimiento de la legalidad, tiene y tendrá unas consecuencias económicas muy negativas. En el caso de Quebec, que tanto embelesa a estos sujetos, se ha demostrado que la economía quebequesa sufrió un paulatino deterioro desde que el movimiento soberanista se hizo fuerte y amenazó con la ruptura con el país norteamericano. Aunque los separatistas no consiguieron su objetivo, desde que se comenzó a hablar de independencia la provincia sufrió un prolongado declive económico y demográfico, algo que también se está produciendo en Cataluña. Según un estudio del Instituto Económico de Montreal, el PIB de la provincia creció un 2,3% de media, comparado con un 3,0% en todo el país. Parece una diferencia pequeña, pero se prolongó a lo largo de tres décadas, generando una divergencia ostensible en un país rico como Canadá. El conjunto de Canadá incrementó su riqueza en un 109% del PIB, frente a un 76,6% en la provincia rebelde. Algo muy similar también se está provocando en Cataluña, y aunque todavía no se han hecho estudios definitivos, se está perdiendo población, y sobre todo radicaciones de actividades económicas, lo cual se va a traducir en más paro, pobreza y ralentización económica. Esto a la larga será perjudicial no sólo para Cataluña, sino para el conjunto de España. Ha llegado el momento de no solo aplicar la legalidad, sino y, además, explicar por qué el resto de España nunca ha robado a Cataluña y, muy al contrario, en estos momentos algunos políticos catalanes están perjudicando seriamente al resto de catalanes.
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