Política

La ley del embudo

La Razón
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Ser de izquierdas entraña ser republicano en sentido cívico. Sin embargo, no todos los que abrazan banderas de la izquierda son republicanos, aunque ellos mismos no lo sepan. En palabras del historiador británico Quentin Skinner, para un republicano lo esencial es respetar las normas porque «... la Ley resguarda nuestra libertad no sólo ejerciendo coerción sobre otros individuos, sino también ejerciendo una coerción directa sobre cada uno de nosotros para que actuemos de una manera determinada...». Es decir, sólo someterse a la Ley evita la apropiación del poder, organiza éste, impide la dominación y garantiza la libertad de las personas.

El objetivo de un republicano es que predomine el interés común y la voluntad general sobre el interés y la voluntad particular y, para eso, nadie puede ostentar todo el poder. Un republicano cívico no se plantea como fin el derrocamiento de la monarquía, existe más república en el Reino de Suecia que en la República Popular China. Su objetivo es evitar la dominación política y conseguir, por tanto, la libertad.

No es republicano quien no se somete a la misma norma que los demás. Suelen proclamar excepciones para no hacerlo, porque la excepcionalidad es un buen atajo para la arbitrariedad.

Es excepcional, pero «necesario», destituir al señor Antonio Miguel Carmona por quedar tercero en las elecciones municipales; sin embargo, quedar cuarto en la misma circunscripción electoral es un «resultado histórico» que te lleva a La Moncloa.

Si se entiende que una mala expectativa electoral exige renuncias, por lógica, habrá que renunciar si la expectativa propia es peor aún, pero se puede hacer una excepción «justificada».

Si se entiende que las elecciones anticipadas, aunque no imprevistas, exigen mantener inamovibles las candidaturas, es válido, excepto que los cambios convengan al poder.

Éstas son cuestiones menores si se atiende a la circunstancia general de España. Sin embargo, no son tan pequeñas en tanto son camino para otras. Así, por ejemplo, se pueden ceder senadores a los independentistas de ERC para que tengan grupo propio, reunirse en secreto con el Sr. Oriol Junqueras, avanzar conversaciones con el PNV e incluso acercarse por carreteras comarcales al señor Carles Puigdemont, porque el poder decide qué es lo correcto y lo oportuno.

También el poder califica de necesario y conveniente un acuerdo con Podemos, decidiendo soportar actitudes hirientes de sus dirigentes porque quiere sus votos, o promover un acuerdo «de progreso» con Ciudadanos, una vez que los naranjas han dejado de «ser de derechas» de la noche a la mañana.

Es bueno gobernar con la señora Ada Colau e intentar «sotto voce» entrar en coalición en el Gobierno de Madrid capital con la señora Manuela Carmena; sin embargo, es dañino para la organización que intenten pactar con Podemos los presidentes de tres importantes gobiernos autonómicos.

La realidad es que la propuesta de Podemos de sumar a sus candidaturas al Senado a candidatos socialistas es una manzana envenenada y, de hecho, sólo tiene como objetivo situar al PSOE en el escaparate de la derecha política para ocupar hegemónicamente el escenario de la izquierda.

Han caído en una contradicción profunda, ahora, el partido socialista ya no es «casta», es un magnífico aliado en la izquierda, y el Senado, «antiguo cementerio de elefantes y nido de prebendas», ahora es una institución muy importante para la democracia. Su estrategia es su debilidad, han mostrado que su ideario es, sencillamente, llegar al poder.

El problema está en que el foco se ha vuelto a poner en la respuesta del Partido Socialista y en sus contradicciones internas, no en las de Podemos, y eso ocurre por la arbitrariedad, porque entonces no sabemos cuál será el criterio mañana, habrá que esperar la decisión del que no se somete a la norma.

La expresión la Ley del embudo es de origen popular, aunque ya lo documentaba Covarrubias en 1611 en su «Tesoro de la lengua castellana o española», su aplicación, sin duda, es muy poco republicana.