Julián Cabrera
La lideresa de Guinardó
Muy condicionado, pero ya tiene Sánchez el plácet del poder territorial de su partido para sondear con Podemos y en compañía de otros esa posible mayoría minoritaria multicolor que certificaría lo de la «sonrisa del destino». El líder socialista, incluso vendiendo todas las joyas de la abuela y cediendo todo lo cedible, sabe hasta dónde no puede llegar, por lo que el dudoso éxito de ese matrimonio de conveniencia dependerá del margen de la otra parte, de hasta dónde esté dispuesto a ceder Pablo Iglesias al frente de Podemos y sus franquicias, sabedor de que tanto con repetición electoral como con gobierno en precario con Sánchez en La Moncloa siempre ganará en su fin último de hacerse con el espacio político del PSOE.
Y es aquí donde puede ser mucho más importante de lo que algunos calibran el papel de Ada Colau, cuya presencia sobre los cuadros blancos y negros del tablero se va a hacer notar y de qué manera. Apuntan de ella quienes dicen conocerla que no es una activista al uso aterrizada en estos lares, más bien al contrario, ya se comportaba como un auténtico animal político –colmillos afilados si era preciso– desde sus inicios en la actividad pro okupa y antisistema y de forma más patente en su etapa al frente de la plataforma antidesahucios. La capacidad de la actual alcaldesa de Barcelona para enfilar luz de cruce, larga o de posición, a la hora de otear el panorama no es sobrevenida.
Tal vez por ello en la cúpula de Podemos no se disimula una cierta inquietud ante quien pudiera ensombrecer la figura de Iglesias y es precisamente en la capacidad real de maniobra de éste donde pueden hacerse notar los movimientos de la «lideresa» criada en el barrio barcelonés de Guinardó. Va a pesar y mucho el interés estratégico de la alcaldesa a la hora de forzar o no una repetición de elecciones dado su dulce momento, sondeos en mano, como referente en ascenso de la izquierda catalana.
Colau tiene, desde el ámbito de «en comú», la verdadera llave a la hora de abrirle o no a Iglesias la puerta que suavizaría la reivindicación del referéndum sobre el derecho a decidir, y es especialmente ella la que puede precipitar a Pedro Sánchez al vacío si no ayuda a decolorar esa línea roja. Afirmaba la alcaldesa a una televisión en Barcelona que «es imposible que alguien pretenda presidir el Gobierno del Estado sin una propuesta que escuche a Cataluña». Toda una declaración de intenciones en boca de alguien que pretende exportar su modelo de izquierda radical fuera de una comunidad en la que, con los datos del 20-D en la mano, se sabe en disposición de seguir fagocitando votantes de Esquerra Republicana, de la CUP y del propio PSC, por mucho que sean estas formaciones las que la sostienen a día de hoy como primera edil de Barcelona. La lideresa en ciernes pide paso en el tablero sabedora de que en política, las «sonrisas del destino» no suelen esbozarse más de una vez.
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