Elecciones Generales 2016
La mala educación
En Cortes monárquicas se discutía sobre el recurrente «problema español» y Antonio Maura finalizó apocalípticamente su discurso: «Y digo que jamás, jamás, jamás, concederé un Estatuto a Cataluña». Cambó, el líder catalanista moderado, hombre riquísimo y más a la derecha que el jefe del Gobierno, se levantó con la cara encendida dispuesto a dar la dúplica, cuando Maura le paró con un gesto y prosiguió: «Y cuando digo jamás digo, por el momento». Cambó se desplomó estupefacto en el escaño. En Cortes republicanas Indalecio Prieto quiso zaherir a José María Gil Robles: «¿Cómo tomar en serio a un hombre que duerme en camisón?». Contestó el líder de las derechas: «Pero qué indiscreta es la señora de Su Señoría». No hubo nada; sólo ingenio. No gozamos de muy buena educación, al menos desde la LOGSE, pero este posparto electoral ha aflorado mal genio, mal perder, desplantes ariscos, exclusiones como consuelo a los males propios y descalificaciones hasta del electorado como las que han partido de figuras de Podemos como las alusiones, muy de izquierdas, a la falta de ética y al voto de los viejos. De momento el PSOE sólo extrae un no al PP de su reflexión sobre cómo ha podido pasar de las aceras a las alcantarillas en cuatro años. Y no es problema suyo: su declive sería funesto para todos. La Ley no obliga pero sería razonable que tras una especie de segunda vuelta gobernara la mayoría minoritaria, porque si no podríamos estar votando hasta que se enfríe el infierno. En vez de las displicencias que dedican a Rajoy, el PSOE podría exigir al PP dos únicas condiciones: garantizar las pensiones y sostener la Sanidad pública. Todo el país lo comprendería y agradecería. El resto sería discusión legislativa y allá cada cual con sus asistencias. Rivera es atractivo y conserva su frescura de cuando se presentó desnudo en cartel electoral, pero aunque la juventud lleva a muchos sitios una amable cara de yogurt desnatado sirve de poquísimo en política si no va acompañada de solvencia intelectual. Rivera comenzó a enfurruñarse ya en diciembre y, obligado a ser bisagra, no termina de saber a qué puerta atornillarse, insistiendo innecesariamente en que con el PP no se puede ir ni a recoger una herencia. Ciudadanos, nacido del españolismo catalán, sólo puede aspirar a complementar al PP a cuya izquierda no tiene oxígeno. Y si vas de rostro amable no pongas cara de perro.
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