Danza

La muerte de un pájaro

La Razón
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Los he visto a veces estrellarse contra cristales limpios. Rebotar como pelotitas de plumas y caer muertos. A Pedro Aunión, le ocurrió el pasado viernes en el entreacto de un Festival de Música en Madrid. Nuestro bailarín volador tenía que hacer un número cerca del cielo. Había un cubo muy arriba, una grúa, un arnés en su cintura... El equipo estaba preparado para que el pájaro acróbata descendiera y volviese a subir a ese gran caja donde volvería a contorsionarse en una danza aérea. Sin embargo, como tantas veces, algo falló, y el descenso acabó con nuestro pájaro-actor aplastado en el suelo húmedo. Se acabó. Adiós a la vida de un hombre joven, actor, bailarín, creador, confiador. Porque Pedro creía en el poder de su arte. Y tenía un proyecto maravilloso en marcha, la creación de una escuela donde los adolescentes con problemas sociales descubriesen la danza y la música como forma de expresión y oficio. De salvación, diría yo, porque él sabía de la potencia renovadora que tienen las artes originales en los seres humanos. El baile, la música, la interpretación, la dramaturgia... El vuelo. No hay nadie que cante y baile al mundo y que se arrastre ante él. Los interpretes de las artes escénicas pueden estar sin trabajo, muriéndose de hambre, pero cuando pisan un escenario vuelven a ser pájaros, aves que vuelan por encima de gobiernos y dinero. Pedro, hizo su último y trágico vuelo delante de miles de personas mientras la música no dejaba de sonar. Y siguió la fiesta, que la pela es la pela. Y no informaron. Pero creo que los que no lo sabían, solo bailaron para ti, artista. Para aupar hasta el cielo a ese precioso pájaro.