El desafío independentista
La murga
Escucho atentamente a Gerard Piqué en plan Gary Cooper en «Solo ante el peligro». En algunos tramos le entiendo y en otros comparto lo que dice; pero en la esencia discrepo. Le preguntan, ¿eres independentista? Ni sí ni no sino todo lo contrario. Prefiere «no contestar a la pregunta del millón». Si fuera que sí, no tendría sentido su primera frase al enfrentarse a los periodistas –«me siento muy orgulloso de estar en la selección española»–; si fuera que no, se expone a que le crujan los que han decidido separarse de España porque sí, que son los que han organizado la «huelga de país», con los piquetes correspondientes, a quienes la Policía, o la Guardia Civil, ha «roto los dedos de la mano uno a uno», y que son todos aquellos que consideran fascista a quien no piensa como ellos, lo que en Cataluña viene a ser más de la mitad de la población.
Reviso las explicaciones de Joan Manuel Serrat, que comparto al mil por ciento, leo las reflexiones de Isabel Coixet y lo de la independencia de Cataluña se antoja una algarada, dramática, con una solución satisfactoria para la mayoría, que no para los filonazis. Porque hay muchos más catalanes como el cantante y la directora de cine. En busca del remedio, Albert Boadella y Alfonso Guerra son más explícitos, incluso que el Rey, con lo que hay que hacer; hubiesen aplicado el 155 hace ya bastante tiempo. Piqué, que sigue pensando que Cataluña y España separadas serían más débiles, propone diálogo. Recurre a la comparación del hijo de 18 años que se quiere ir de casa y el padre trata de convencerle de lo contrario. Hay que hablar. Afortunadamente no ha puesto el ejemplo de la alcaldesa de Calella, Montserrat Candini, que habla de la separación matrimonial sin pensar en los hijos.
El asunto es triste y doloroso, pero cuando se espera a diario una confesión de Piqué también es una murga.
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