César Vidal
La paja en ojo ajeno
Me consta que el resultado de las elecciones italianas ha significado la dicha e incluso el consuelo de no pocos españoles. Entendámonos. A nadie se le escapa que lo que sucede en Italia tras los últimos comicios le viene al euro como una pedrada en un ojo y, de paso, nos perjudica a todos invirtamos o no en la Bolsa. Pero el hecho de que «il cavaliere» y un tal Pepito Grillo –adivinen ustedes quién será Pinocho y al silbidito de quién acudirá– hayan conseguido el cincuenta y cinco por ciento de los sufragios para no muchos ayuda a deglutir las miserias de nuestra política patria. Como además los italianos llevan quince años que no dan pie con bola y lo mismo ha desaparecido de sus pagos la democracia cristiana que el partido socialista, no pocos sacan pecho pensando que, país mediterráneo por país mediterráneo, les damos sopas con honda a los que trajeron de China la pasta. Italia –justo es reconocerlo– no es el modelo en el que deberíamos mirarnos. Sin embargo, debo señalar que si alguien es presa del alborozo contemplando lo que acontece en Italia resulta un claro candidato a que se le aplique el dicho de Jesús referente a ver la paja en ojo ajeno mientras que le resulta imposible contemplar la viga en el propio. Me explico. En Italia están muy mal las cosas y pueden empeorar tras preferirse la demagogia a la sensatez. Sin embargo, en Italia, no hay diputados que procedan de una organización terrorista que ha asesinado a un millar de ciudadanos sin excluir ancianos, mujeres y niños. En Italia, nadie va a celebrar un referéndum secesionista por más que su reunificación sea de ayer por la tarde en términos históricos. En Italia, a pesar de la Liga Norte, no hay una sola región donde se impida recibir la enseñanza en italiano. En Italia, el sistema regionalista –un marco que hubiera sido mucho mejor para España que el Estado de las Autonomías– obliga a las distintas regiones a aguantar su vela de deuda sin cargar a otras regiones más austeras y más laboriosas. En Italia, no existe ni por aproximación la hipertrofia de funcionarios y contratados que tienen nuestras administraciones. En Italia, a fin de cuentas, la presión fiscal es considerablemente menor que la que tanto le gusta a Montoro lo que explica que su economía respire algo más aliviada o que haya menos parados. Lo dicho. A ver si nos quitamos la viga.
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