Política

Manuel Coma

La parálisis política italiana, en el diván

La parálisis política italiana, en el diván
La parálisis política italiana, en el divánlarazon

De abril a febrero no está mal para un Gobierno italiano, el 61º desde 1945, cuya principal virtud inicial fue conseguir nacer, después de que su predecesor, Monti, sobreviviese desde diciembre de 2012 con respiración asistida y el viejo Napolitano, con unánime aplauso, tuviese que renunciar a su merecido retiro presentando de nuevo su candidatura a la Presidencia de la República. Esos diez meses son bastante más de lo que le daban la mayoría de las apuestas. Letta vivía de una coalición con elementos más conservadores sostenida sobre palillos. En esas condiciones no es extraño que haya podido hacer pocas de las reformas necesarias para sacar a Italia de su penuria económica, pero proporcionó la ansiada estabilidad hasta el momento y mantuvo la impopular austeridad que le costó la vida al Gobierno de Monti, cuyo abandono estremecía a Europa, y que es la imprescindible purga previa a toda reconstitución. Su sustituto Renzi, alcalde de Florencia desde 2009, tiene fama de ser el más prometedor de los políticos italianos y, con 39 años, será el más joven de los primeros ministros del país. Ganó la presidencia del partido gobernante, el Democrático, en primarias y ha sido una sorpresa que empujase tan fuerte. Quiere ir más deprisa y más a fondo en los cambios necesarios y tiene la anuencia de la patronal italiana, impaciente por las turbias perspectivas económicas. El partido está catalogado como de centro izquierda y en él han confluido, en su marcha hacia el centro, no pocos radicalismos italianos. No deja de ser sorprendente esperar la reconstitución económica de una formación política con esos antecedentes. Pero también arrastra una tradición de faccionalismo y luchas intestinas. Todos los políticos disfrazan sus ambiciones personales y de grupo con ínfulas redentoristas. Veremos si fortalece o divide al partido. Al fin y al cabo, su maniobra ha contado con el apoyo del ya políticamente agonizante Berlusconi. La posibilidad de un fracaso de los suyos en las próximas europeas, dada la efervescencia populista, ha sido para Renzi un acicate para actuar.

Con los mismos endebles soportes parlamentarios no podrá ir más lejos que Letta, por eso apunta ante todo a reformas políticas, apostando porque el impulso de un Gobierno de estreno se las permita sacar adelante. Ley Electoral primero, que facilite la creación de mayorías sobre las que basar Gobiernos más fuertes y duraderos. Los pequeños, que saldrán perdedores, echarán zancadillas. De conseguirlo, aunque la legislatura llega hasta 2018, lo lógico es que pusiera inmediatamente en práctica el nuevo sistema convocando elecciones. Si tiene éxito, iría a la reforma constitucional, transformando el Senado, otro obstáculo a la estabilidad, en una Cámara regional.