Restringido
La pelota, en el tejado de Sánchez
Cuando Pedro Sánchez se reúna este miércoles con Pablo Iglesias, apenas quedarán cinco semanas para salvar la XI Legislatura o abrir de nuevo la carrera electoral. El teatro, claro, es esencial en política. En la «democracia de audiencias» en la que estamos instalados, aún más. De ahí que ambos líderes vistan el traje de la voluntad de diálogo, de pacto. Pero la cita, a día de hoy, no tiene otra misión que ésa: así se reconoce en petit comité desde ambas riberas partidistas. «Postureo» lo llaman algunos. A fin de cuentas, el relato, ya construido por el secretario general del PSOE y al que desea sumarse el mandamás de Podemos, es el de evitar aparecer como la piedra que hace a España toparse con otras elecciones el 26 de junio.
En el caso de la formación morada, su inercia negativa le ha hecho perder pie en los sondeos. Lastrado por las crisis internas, Iglesias ha ido perdiendo fuelle en su deseo de «asaltar el cielo» para ser la única alternativa al centro derecha. Su papel, lógicamente, resulta decisivo en ese hipotético Gobierno presidido por Sánchez. Sin embargo, la persistencia en obtener la vicepresidencia y la mitad de los ministros bloquea cualquier avance hacia el Gobierno de «cambio» y de «progreso» que con tanta gula consumen los sectores de izquierda.
Nada se ha movido en ese sentido en los contactos discretos, tal y como admiten desde las plantas nobles de Ferraz. El intento socialista, aquí mismo relatado, de ganar el apoyo podemita con carteras a independientes y la separación de Izquierda Unida y de Compromís hizo que los más próximos a Sánchez vislumbrasen cierta conformidad en algún que otro tanteo. Pero ahora mismo el acuerdo de gobernabilidad parece condenado a la mera reflexión.
Nada invita a Pablo Iglesias (cosa distinta son otros dirigentes de su partido) a abstenerse para facilitar a Pedro Sánchez llegar a La Moncloa. Como ya se ha visto, el truco de situar a Podemos en la disyuntiva de votar a favor de un Gobierno del PSOE o aparecer junto al PP se ha agotado a las primeras de cambio. La matemática sigue sin serle propicia al candidato del PSOE, más todavía una vez asumido (como lo tiene) que de ninguna de las maneras Podemos va a «tragar» con Ciudadanos. Más aún: probablemente Iglesias pondrá sobre la mesa la posibilidad de la abstención de Albert Rivera ante un «Gobierno de progreso» en busca de poner la pelota de un fracaso en los pies de Pedro Sánchez. Pero a efectos de un desenlace de la partida de ajedrez... nada de nada. Con todo, unos y otros tienen claro que la opinión pública desea que los actores de la vida nacional hagan política y busquen acuerdos. Y la opción para llegar a un Gobierno estable, tal como se manifiesta desde Génova 13, también pasa por la abstención de los socialistas en una última sesión de investidura. O sea, el Gobierno en minoría del PP, el partido más votado, controlado por una oposición responsable de PSOE y C’s en nombre de los intereses generales del Estado. A eso van a jugar los populares. Porque, de lo contrario, el único camino expedito que perciben es el de las urnas, que ya se verá si sólo lleva a volver a la casilla de salida.
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