Política

Jesús Fonseca

La pereza y los logros del Rey

La pereza y los logros del Rey
La pereza y los logros del Reylarazon

Está el Rey que no ve la hora de largarse de ese hospital y regresar a casa. «¡Qué pereza me da volver esta vez al taller!», le dijo Don Juan Carlos a su hermana Doña Pilar, unos días antes de ingresar en la Quirón. Normal. El Rey lleva en­frentándose últimamente, física y anímicamente, a dolorosos desgarros, por más que él todo lo afronte con buen humor. Por suer­te, la inmensa mayoría de los españoles, que creen en su persona y que lo quieren –¡Y cómo!– están junto a él, aunque haya siempre algún miserable que se frote las manos con la desdicha aje­na. Sus aciertos, sus buenos actos, ganan por goleada. Don Juan Carlos tiene pro­badas cualidades, pero es su naturalidad a la hora de defender la felicidad de los españoles, su campecha­nía, lo que más contribuye a ese cariño, a sus muchos logros. Don Juan Carlos no tiene tres ni revés. Los españoles saben cómo es su Rey. Lo conocen, aunque no hablen con él. Casi nadie duda de su buen hacer. La gente, en la calle, sabe que el Rey ejerce desde la retaguardia ese poder moderador que, junto a la representación del Esta­do, realiza con destreza y fecundos resultados desde hace 38 años, que se dice pronto. Gran parte de la labor del Rey, casi todas sus gestiones, no alcanza el dominio público. Da igual. Importa lo que importa: y, ahora, lo que cuenta es que está ya casi bien del todo. ¡Menos mal! Porque salvo algún chirriante episodio, cuyas consecuencias ha sido el primero en sufrir, su reinado es admirable. Felizmente, tenemos largos años por delante, para apro­vecharnos de su sabiduría y autoridad. Ver al Rey otra vez fuerte y recuperado nos da tranquilidad. O algo que se le parece mucho.