Julián Redondo
La pertinaz sequía
En el Mundial de Alemania (2006), Messi marcó un gol en tres partidos con Argentina; en Suráfrica, disputó cinco hasta la caída en cuartos de final y no vio puerta. En la Copa América (2011), se quedó a dos velas en los cuatro encuentros. Sólo aquellos compatriotas que le veían como un producto azulgrana más que argentino renegaron de él. Pese a las críticas, el seleccionador de turno no dejó de convocarle; prescindir de él hubiese sido como pegarse un tiro en el pie, y a día de hoy suma 93 internacionalidades y 42 dianas con la albiceleste. También a Leo le encogen las porterías y le asaltan las malas rachas, algunas horribles, como la que arrastra Diego Costa (de 6, 0), que juega con España y parece que le hayan echado mal de ojo. Frente a Eslovaquia cuajó su mejor partido con La Roja, pero no marcó y eso... le marca. Lo que en el Chelsea, como antes en el Atlético, es una orgía de goles, en la Selección es pertinaz sequía. Él se impacienta; la afición, más, y quienes jamás entendieron su convocatoria no le pierden de vista ni la yugular ni el trasero, otro culo para darle una patada a Del Bosque. Su falta de puntería acerca al seleccionador al paredón, que lidia con los inoportunos cantes de Casillas, las ocurrencias de Piqué, la reconstrucción de un equipo hundido tras el Mundial y las jubilaciones de Xavi, de Alonso e incluso de Villa.
Cuatro derrotas en las seis últimas confrontaciones son difíciles de justificar y entra en lo probable que hoy rote en Luxemburgo. Estaba previsto. Tampoco le resultó sencillo a Maradona, que encuentra más argumentos que Cruyff y Mourinho para no parecer nunca culpable, explicar la falta de gol de Messi. Son rachas malas, muy malas.
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