Restringido

La pesadilla de Soraya

La Razón
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No tiene inconveniente en confesarlo. Tampoco lo adorna. A Soraya Sáenz de Santamaría le quita el sueño la mera idea de dejar la vicepresidencia en manos de Pablo Iglesias. A la también ministra de la Presidencia y portavoz del Gobierno en funciones le escama que el secretario general de Podemos tenga tanto interés por tener bajo su control un organismo clave: el Centro Nacional de Inteligencia. Por ello, seguramente, se toma aún más en serio la amenaza de un Gobierno PSOE-Podemos. Porque la número dos de Rajoy ve que la bola de nieve rueda y engorda. O sea, ve a Sánchez con posibilidades de llegar a La Moncloa. Cierto es que, de momento, los números no le cuadran al secretario general socialista. Pero una cosa es lo que se ve hoy en el escaparate y otra la realidad, lo que se esconde en la tramoya. Y desde el equipo de la vicepresidenta algunos vienen advirtiendo de que «un programa de contrarreforma podría ser lo que sirviese de argamasa a las negociaciones de toda la izquierda para sellar esa colación progresista de la que hablan Sánchez e Iglesias». Los tanteos han hecho circular ya documentos para ese posible acuerdo de gobernabilidad entre socialistas y podemitas. Aunque no fue hasta ayer lunes cuando, por fin, el PSOE presentó un texto oficial, negro sobre blanco, para formalizar un Gobierno «progresista y reformista». El documento, en realidad, es un intento de salvar la equidistancia. Argumentos con los que los socialistas hacen guiños tanto a su izquierda (insistiendo en aspectos de políticas sociales ineludibles para Podemos y sus confluencias) como a su derecha (con los aspectos sobre regeneración política de los que Ciudadanos hace bandera).

Mientras, la familia popular, pese a la paz aparente, vive con el alma en un hilo. Cada día que pasa más voces se lamen las heridas por dejar escapar una mayoría absoluta en cuatro años. Y más miradas se fijan con severidad en el error de haber permitido un enfrentamiento Soraya-Cospedal (tan enconado y dilatado en el tiempo) que ha dado luz a la mayor parte de las páginas periodísticas más corrosivas para el PP.

El debate interno, naturalmente, siempre está presente en cualquier formación política. En el PP, pese a ser una organización muy disciplinada, también. En este momento, una gran parte de los mandatarios son conscientes de la imprescindible renovación que necesitan sus siglas. Piden en voz baja un nuevo proyecto que una a todo el centro derecha otra vez e ilusione a una mayoría de españoles. Y saben bien que esto no es posible con la misma dirección al frente.

Sin embargo, se ha instalado un consenso de «lealtad con el PP» hasta que acabe el proceso de investidura. «Luego llegará el tiempo de pedir explicaciones y remozar mensajes, actitudes políticas y nombres», afirma un VIP de Génova 13, que observa triste los días grises políticos que viven. Nadie duda de que al fantasma de la corrupción y a las ánimas salpicadas por la sospecha hay que darles una sonora sepultura pública. «El PP se juega en ello su supervivencia», afirma la misma fuente. Por supuesto. Porque el centroderecha no puede seguir aguantando cada mañana informaciones que le ponen la cara colorada.