Alfonso Ussía
La pitada
Lo escribe Manuel Jabois, por el que empiezo a sentir algo de envidia por lo muy bien que lo hace. «Se vive mejor silbándole a un Rey desarmado que a un asesino de Mondragón, entre otras cosas porque el asesino y su familia están más cerca». Por su expresión de plácida resignación, deduzco que al Rey la pitada a su persona le importó un pito. Sabía dónde se metía. Otra cosa es el abucheo al Himno Nacional, para el que se juntaron los vuvucelos vascos y catalanes. Sarkozy, que fue Presidente de una República , montó en cólera cuando una mayoría de inmigrantes abrumó con sus silbidos los sones de «La Marsellesa». A partir de aquella falta de respeto al himno de todos los franceses, se puede suspender en Francia cualquier evento que principie con ese tipo de grosería. Aquí no. En el «Buesa Arena» se juntaron el hambre y las ganas de comer a todo lo que significa España. Los de «Bildu» y los de Mas. Chusma. Otegui llamó «asesino» al Rey, y otro de los suyos «hijo de puta», y la Justicia consideró que hacían uso de su libertad de expresión. En la Segunda República y durante el franquismo, el comentario más leve contra la más alta autoridad del Estado conllevaba la experiencia de pasar una larga estancia en los sótanos carcelarios. Una exageración, sin duda alguna. Mi tío Joaquín Muñoz-Seca disfrutó de la hospitalidad republicana en un calabozo por definir en voz alta a Manuel Azaña como el «Verrugas». «Nos tiene que acompañar», le dijeron dos de la Secreta. «Sólo he dicho que tiene verrugas». Cuatro días y cuatro noches de cárcel le costaron las verrugas de Azaña. Y durante el franquismo, los padres de los que hoy berrean, o aplaudían con fervor o se callaban como monos por temor a una detención inoportuna. Resulta curioso. Con tanto «patriota» de los diferentes sueños separatistas, nadie se atrevió a atentar contra Franco. En la bahía de San Sebastián yo mismo podría haberlo hecho en infinidad de ocasiones, pero aquel anciano de ochenta años les daba mucho susto. Y el Rey les abrió la puerta de la libertad para ser objetivo fundamental de sus insultos.
Estaba todo programado. Y lo pasaron bien. Recuerda Jabois a Fernando Buesa y a su escolta, descuartizados por una bomba en el campus de Vitoria. «Fernando Buesa murió hace 13 años por defender una opción política en el País Vasco, en su caso de izquierdas; murió como tantos, avisado de que iba a morir, y con él se llevó a la muerte a su escolta. Esa historia, en la final del baloncesto importó poco. En el País Vasco hay que saber vivir sabiendo que es más reprochable silbar a un etarra que una institución».
El Rey es el único español que carece de libertad para demostrar su disgusto con un mal gesto. Tiene que responder con tranquilidad a toda manifestación villana y soez. El insulto o menosprecio al Rey está tipificado como delito, pero los jueces no están por ello ni al Rey le afecta en demasía. Al Rey no, pero a mí sí. Me considero insultado con la bronca al Himno de España y con los silbidos a un Rey que acude a un acto en el que sabe que todo está perfectamente orquestado para el desprecio. El Rey no puede actuar como uno cualquiera, pero va siendo hora de que un día su reacción sobrevuele al saber estar que su condición, le obliga. Hubiera sido grandioso. Fin del himno, y cuando los jugadores estuvieran a punto de empezar a dar saltos y meter canastas, el Rey que se incorpora, dedica una butifarra a los cafres y abandona el local. Lección a los cobardes. Y ovación general.
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