La polémica porque sí

Discutir por cualquier cosa, por todo, es uno de nuestros principales signos de identidad. Da igual de fútbol, de política, de programas de televisión, de mujeres, de hombres... Por tanto, polemizar sobre la presencia o ausencia del Rey Juan Carlos I en el acto de proclamación de su hijo no es que entre dentro de lo normal, es obligado. En esta ocasión, como en casi todas, las discrepancias no enriquecen. Más bien, responden a aquella máxima del filósofo Juan Luis Vives: «Es inútil toda polémica si no hay esperanza de que resulte provechosa». Así es, el asunto de la no asistencia real ofrece parecida diversidad de opiniones como la originada por la Selección Nacional de Fútbol. Cada cual con su idea. Cada contertulio con su versión diferenciada. Total ¿para qué? Para nada positivo. Quizá al contrario.

Si reflexionamos, ¿qué es más fácil? ¿Aceptar la decisión del Rey o seguir montando numeritos innecesarios y baladíes? ¡Cuánto ganaríamos si dejásemos de un lado la intransigencia, si recordáramos que muchas veces se discute una opinión, una decisión, porque no se llega a comprender lo que pretende demostrar el otro! Y comprender, en esta ocasión, es aceptar la simple cuestión de que un padre atenderá a poderosas razones, seguramente irrefutables, como para determinar no estar presente en tan importante efeméride para él, para el heredero, para la familia y para la Historia. Precisamente, percibo estos días que a quienes se les llena la boca con la palabra tolerancia son los que ahora se muestran más intransigentes. Al reflexionar sobre este escenario de opinión tan multicolor, tan barroco, sobre una decisión que los tiempos actuales obligan a asumir, recuerdo aquellas palabras de Jean Cocteau: «Hay tres cosas que jamás he podido comprender: el flujo y reflujo de las mareas, el mecanismo social y la lógica femenina». Y desde luego, ninguna de esas tres aparece en el solemne acto previsto para el día 19 en el Palacio de Las Cortes, en la madrileña carrera de San Jerónimo. Así es la vida.