Jesús Fonseca

La Reina, punto y aparte

Es la mejor valorada.En medio del cabreo por tantas y tantas cosas, doña Sofía goza de las mieles de la buena imagen. Lo dicen los últimos sondeos y lo corroboran las encuestas. En unos tiempos gangrenosos, de quiebra moral, los españoles la prefieren claramente a ella. ¿Por qué la Reina? Vale la pena buscar la respuesta, pues nos pone en la pista de una categoría de sensibilidades sobre las que parecería conveniente reflexionar y que tienen mucho que ver con el sentido común, y el empeño por ser útil. Aunque el único secreto de Doña Sofía, tal vez sea que ofrece en su conducta diaria respuestas básicas, pero de lo más válidas, en lo que a capacidad para tomarle el pulso a las cosas y apechugar con los sinsabores del vivir se refiere. O a la familia, por ejemplo, como reducto de cariño, en un mundo en caída libre, cada vez más áspero. Lo que la Reina posee, por suerte, son convicciones. Doña Sofía es indeclinable con lo que interesa a España, con lo que trae bien. Tiene fundamento, se mueve en un horizonte de sensatez y ejemplaridad. Algo que la inmensa mayoría de los españoles, que sabe distinguir muy bien entre el trigo y la paja, aprecia. Ésta y no otra es, sin duda, la razón de este cariño. La Reina tiene el sentido del todo. Atesora «ese no sé qué que se halla por ventura». Lleva toda una vida demostrando que conoce el alcance de lo que hace. Está donde haga falta con ilusión, con entrega. Sabe hasta qué punto el bien común es inseparable del bien propio de cuantas personas forman el conjunto. ¿Acaso no es todo esto, a fin de cuentas, lo que más falta nos hace hoy a los españoles, en esta encrucijada ensombrecida de estrecheces y zarandeada por la incertidumbre y el descrédito?