Cristina López Schlichting

La resurrección de Sánchez

La Razón
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Hace nada, Pedro Sánchez era un cadáver político, ahora no. En la carrera electoral se lo comían por ambas bandas Ciudadanos y Podemos. Uno, por el centro; otro, por la izquierda radical. Después, sacó los peores resultados de la historia del PSOE y, finalmente, se dio de bruces con un partido lleno de barones enfurecidos, con Susana Díaz al frente, que pedían su cabeza y vetaban posibles pactos con Pablo Iglesias. Ahora, con los mismos mimbres, Pedro ha conseguido un cambio de escenario. Tiene los escaños que tenía y, si PP y Podemos votan en su contra la próxima semana, no va a ser investido presidente. Y, sin embargo, se ha afianzado en el Partido Socialista y ante sus votantes. Es muy improbable que alguien le tosa el 8 de mayo en el Congreso Federal y más que probable que sea elegido en primarias como secretario general y candidato a unos nuevos comicios. ¿Qué ha hecho? Básicamente, engañar a Ciudadanos, lo creo humildemente. Con el acuerdo cerrado entre ambos partidos, Albert Rivera pierde sus votantes de centro derecha, que ya saben cuál es la opción ideológica del partido naranja. El simpático dirigente catalán se ha presentado como partido bisagra y garantía de conciliación, pero firmar, lo que se dice firmar, sólo ha firmado con Sánchez. Salvo que se disponga a negociar también con el PP –en caso de que Rajoy se presente a una investidura– es difícil que consiga recentrar su imagen. Naturalmente, el futuro político de Sánchez sigue pintando tinte oscuro, me refiero a sus posibilidades de acceder al Gobierno. A partir de ahora, y según lo anunció ayer, Pablo Iglesias le va a acusar sin cesar de haber planeado un gobierno de derechas. De día y de noche, encima y debajo, va a utilizar el papel pactado con Ciudadanos para demostrar que él es la única izquierda verdadera y eterna. Que el que quiera cambio, pero cambio de verdad, habrá de votar Podemos. Es posible que Sánchez mejore algo sus resultados, gracias a voto proveniente de Ciudadanos (siempre es mejor el original que la copia), pero Rivera no va a subir. Le faltará, repito, el voto que le quitó a Mariano Rajoy. Con todo, el gran éxito de Pedro es haber salvado el rubicón del PSOE. Y ese era, indudablemente, su primer gran obstáculo en política. Hasta unas posibles elecciones en junio quedan casi cuatro meses que van a ser todo menos tranquilos. Porque me temo que cuatro meses es muchísimo tiempo en España. Los candidatos tienen ese tiempo para resituarse. El Partido Popular, para repetir lo del tiempo perdido y la incapacidad de los españoles para hacer un gran acuerdo a la europea. Podemos, para constituirse en la «única izquierda». El PSOE, para erigirse en adalid de la centralidad y Ciudadanos, para sacar pecho como campeón del diálogo. Lo único fijo y verdadero, sin embargo, es que Sánchez ha salvado el cuello en su partido. Y eso, hay que reconocérselo, es un gran mérito.