Pedro Alberto Cruz Sánchez

La revolución antes de tiempo

Pese a que la historiografía más tradicional y recalcitrante se empeñe en mostrar lo contrario, la historia no es lineal. Nunca lo ha sido. Siempre han sucedido experiencias (individuos, pueblos, civilizaciones) que han desafiado el concepto de evolución lineal ascendente. Los ejemplos a mencionar podrían ser infinitos, de lo más variado. Desde la Prehistoria hasta el siglo XX. Y, quizá, uno de los casos más emblemáticos de la modernidad estética europea es el de Turner. En cualquier universidad española, Turner es explicado como un conspicuo precedente del impresonismo francés. Su última etapa –aquella que precisamente aborda la exposición que actualmente le dedica la Tate Britain, y que abarca desde 1835 hasta su muerte en 1851– es considerada como el principio de una pintura atmosférica, que comienza a primar la inmaterialidad del vapor, el viento, la luz, el fuego... por encima del objeto sólido y macizo, y que tendrá su culminación con los Monet, Sisley, Pisarro y compañía.

Craso error. Analizada con detenimiento, la pintura de Turner fue mucho más allá en su atrevimiento que el legado impresionista. Con excepción de Manet –que nunca podría ser etiquetado como un impresionista «stricto sensu»-, la pintura francesa de la segunda mitad del XIX se mantuvo siempre dentro de un perímetro de aburguesamiento y estética clasista que poco tiene que ver con los cuadros más visionarios de Turner. Desde el referente del romanticismo, Turner caminó mucho más lejos en la descomposición de la realidad aparente que cualquiera de los celebérrimos impresionistas. De hecho, lo que Turner demostró fue el inmenso margen de interpretación que ofrecía la «construcción interior» del paisaje propia del romanticismo; noción esta que, casi setenta años después, sería ampliamente desarrollada por el pionero de la abstracción, Kandinsky, y su noción de la «necesidad interior». La revolución estética del XIX no resultó culminada por el impresionismo, sino un par de décadas antes por este pintor inglés, cuyo papel en la historia desborda cualquier cronología razonada de la evolución artística.