Toni Bolaño
La secesión: el único programa de gobierno
¿Por dónde va el futuro inmediato de Cataluña? Después de los resultados de ayer los independentistas intenterán seguir con su plan soberanista con un conflicto abierto con el resto de España. Juntos por el Sí no consigue revalidar los resultados que obtuvieron CiU y ERC en 2012 –71 diputados– pero ha alcanzado una victoria (62 escaños) que les permitirá seguir impulsando el proceso soberanista junto a la CUP (10 escaños).
Sin embargo, una sombra se confirma en la política catalana, la ruptura de la sociedad en dos mitades. El liderazgo de Artur Mas queda en cuestión, puesto que tan siquiera le basta con la abstención de la CUP para garantizarse la investidura. Ni Junqueras ni Romeva han sugerido todavía que dé un paso atrás, pero la influencia de la CUP puede bastar para precipitar el adiós de Mas.
Los dirigentes de Convergència tendrán que dar lo mejor de sí mismos para convencer a la CUP de que Mas es «el presidente de consenso» que desean. De entrada, no parece sencillo que el presidente de la Generalitat lleve el agua a su molino, puesto que cuando la CUP habla de un «presidente de consenso» se refiere, por ejemplo, a Raül Romeva, ex dirigente de ICV.
La formación anticapitalista e independentista insiste en que no ha alcanzado ningún pacto, a diferencia de ERC, para convertir a Mas en president y subraya, a continuación, que el proceso no se puede reducir a una figura. El pleno del Parlament se constituirá antes del 26 de octubre. Y en ese pleno, Juntos por el Sí pondrá en marcha su hoja de ruta con una declaración de soberanía que mandatará al nuevo Gobierno a negociar con el Ejecutivo de España las condiciones de la secesión, a seguir construyendo estructuras de estado y a desplegar una amplia agenda política internacional con el objetivo de recabar apoyos en Europa y Estados Unidos.
El soberanismo se considera absolutamente legitimado para seguir adelante con lo que llaman «el procés» por la victoria en número de diputados. Que no tengan la mayoría de votos no parece importar a Mas y Junqueras, aunque ése puede ser el principal problema de los soberanistas en su explicación por el mundo. En Canadá no está contemplado el porcentaje de votos necesario para la secesión de Quebec, pero todos los analistas lo sitúan en el 70 por ciento y el Tribunal Supremo canadiense siempre ha remarcado que era necesaria una mayoría suficiente. Mas y su cohorte compartían este criterio y siempre hablaban de una mayoría suficiente. Ahora, parece ser que la mayoría suficiente se puede quedar en un 47 por ciento de los votos a favor de la secesión. En este punto, también aparecerá otro interrogante. ¿Cuál será la actitud de la CUP, que hasta ahora siempre han dicho que el proceso debería tener un apoyo social superior al 50 por ciento?
Una vez conseguida la aprobación de la declaración de soberanía y abierto el proceso de secesión, Mas deberá formar Gobierno. Un Ejecutivo de concentración anunciado por el proyecto separatista pero aquí aparecen los primeros interrogantes. ¿Quiénes formarán parte de este Gobierno? El propio Mas ha dicho en diferentes ocasiones que para ser conseller no será necesario ser diputado.
Esta situación está justificada por el nacionalismo en que los diputados deben ser los protagonistas del proceso secesionista y constituyente mientras que los consellers deben gestionar los problemas cotidianos a la espera de la «desconexión» definitiva con España. Por tanto, todo parece indicar que el nuevo Gobierno de Mas estaría compuesto por tecnócratas junto con destacados dirigentes del nacionalismo no partidista.
Como la misma noche electoral dijo el dirigente de ERC, Oriol Junqueras, todo el proceso institucional será amparado con movilizaciones en la calle dirigidas por la Asamblea Nacional Catalana y Òmnium Cultural, con el objetivo de fijar en el imaginario colectivo que el sí a la independencia es mayoritario, a pesar de no conseguir la mayoría de los votos que será camuflado por «ha ganado la democracia y hemos ganado con todo en contra». En definitiva, la calle sustituirá a la legitimidad de las urnas. Y un dato añadido, Junqueras dijo, sin ruborizarse, que el soberanismo había conseguido la mayoría de votos. O mintió o no se enteró.
Los partidos constitucionalistas tienen un difícil papel ante la mayoría soberanista. Ciudadanos y PSC son los que han tenido los mejores resultados. Miquel Iceta, primer secretario del PSC, ha conseguido un resultado más que digno después de tres años de sangrías y rupturas internas que auguraban casi su desaparición. Pero ni uno ni otro tienen la fuerza necesaria, ni tan siquiera con el apoyo del Partido Popular, para oponerse a un soberanismo que hará oídos sordos a cualquiera de sus propuestas.
Los tres partidos con una clara postura antinacionalista han dejado en agua de borrajas todas las expectativas de Cataluña sí se Puede, la marca catalana de Podemos, que ha sido víctima de sus ambigüedades.
El tablero electoral
Después de la resaca electoral, todas las miradas se dirigirán al Palacio de la Moncloa. Mariano Rajoy se ha dejado en esta contienda a un PP catalán hecho jirones a pesar de los esfuerzos de su candidato, Xavier García Albiol, y ha dejado al Gobierno de España en una delicada situación por la derrota de las tesis no soberanistas. Esta situación va a ser aprovechada por el nuevo gobierno de Artur Mas ante el escenario preelectoral de las generales, con un Gobierno en funciones, y no va a esperar que se celebren las elecciones a la presidencia del Gobierno.
De hecho, Mas va a iniciar su presión a Rajoy en el momento que sea investido sin esperar a la configuración de un nuevo Ejecutivo exigiendo «la apertura de negociaciones para iniciar la desconexión».
La incógnita está en cuáles son los movimientos que haga el Gobierno de Artur Mas que puedan ser recurridos por el Gobierno de España, sobre todo en los referidos a las estructuras de Estado. Unos movimientos que Mas realizará siguiendo su particular «astucia para engañar al Estado».
En todo caso, Mas tendrá suficiente con mantener la cohesión de Juntos por el Sí. Muchos ya se atreven a augurar que será imposible debido a las diferentes sensibilidades que anidan en esta coalición y que, por tanto, volverá a haber elecciones más pronto que tarde. El laberinto continúa.
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