Enrique López
La verdad sobre todo
Ayer se publicó una sentencia con una relevancia mediática excepcional, cuyo contenido por razones obvias no voy a valorar, pero que, por sí misma, y al margen de lo que pueda decidir en última instancia nuestro Tribunal Supremo, supone un elemento más para valorar mejor nuestra justicia. Mas ello, no por el resultado, sino porque sirve para configurar un nuevo exponente del general buen hacer de nuestro sistema judicial, que, con su luces y sus sombras, es uno de los más independientes de Europa y, sin duda, uno de los más eficaces. Esta resolución, como otras muchas, requiere de los medios de comunicación un esfuerzo de información, de explicación y también de opinión. El problema se produce cuando la información y la explicación se supeditan a la opinión, mezclándose en algunas ocasiones, algo que debería cuidarse por el bien de una libre, limpia y adecuada conformación de la opinión pública. Al margen del caso concreto, muchas veces la explicación de lo que acontece en ciertos tratamientos mediáticos de resoluciones judiciales es que la Justicia se aprecia más en su vertiente de espectáculo que en su vertiente de ejercicio de un poder del Estado cuyo fin es resolver conflictos y, en este sentido, como si de un encuentro de fútbol se tratara, importa mucho más el resultado por sí mismo que el desarrollo de los acontecimientos que ha dado lugar a dicho resultado. En el ámbito de la justicia, y especialmente de la penal, se busca la verdad material o verdad jurídica objetiva, esto es, de la realidad y su circunstancias, con independencia de cómo hayan sido alegadas y en su caso probadas por las partes, mientras que el ejercicio de la libertad de prensa debe estar guiado por la veracidad, que exige comprobar o constatar la veracidad de los hechos y la necesidad de evaluar el grado de verdad de lo que ocurre. Esto es, si no hay contradicciones o dudas que ponen en cuestión la fiabilidad de los hechos. No parece que estos conceptos estén reñidos, sino al contrario, la veracidad debe tender también hacia la búsqueda de la verdad. Pero es obvio que cuando las informaciones se mezclan con opinión e incluso cuando algunos pretenden presentar su propia opinión como una verdadera información, la trasgresión de la esencia de la libertad de Prensa está servida. En una sociedad democrática, el ejercicio de la sana crítica es muy saludable y, si bien no debe estar regida por los mismos criterios que debe utilizar un juez, esto es, destinada a la correcta apreciación del resultado de las pruebas judiciales, realizada con sinceridad y buena fe, precisamente esto último, buena fe es lo que debería presidir cualquier crítica que se haga en general y en especial la de una resolución judicial. La famosa frase de «no dejes que la realidad estropee una buena noticia» a veces se traslada a la de que «no dejes que una sentencia estropee un buen comentario», y ante ello se opta por deslegitimar la decisión judicial y se intenta causalizarla en algún oscuro interés que la ponga en cuestión. Nuestro sistema de justicia goza de buena salud.
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